Criterio del 7mo Arte... ANTIPORNO Por Adán Salgado Andrade

Written by Super User. Posted in Cine

 

ANTIPORNO

Por Adán Salgado Andrade

El ser humano, a diferencia del resto de los animales, toma a la sexualidad, no sólo como una necesidad reproductiva, sino como un placer, más allá del mero instinto procreador. Incluso, el placer es ya el objetivo principal de aquélla. Eso ya lo señalaba desde hace siglos el famoso libro hindú Kamasutra, profusamente ilustrado, parte de cuyo contenido era una guía para una mejor, placentera sexualidad.

Y a medida que la sociedad se fue volviendo más compleja, más pública, la sexualidad se ha colectivizado, ha dejado de ser íntima, al punto tal, que se ha vuelto un lucrativo show que echa mano de cuanto avance tecnológico esté a sus disposición. Así, la pornografía, que podría definirse como la sexualidad explícita, impúdica, tocando niveles de depravación y aberraciones cada vez más “sofisticados”, ha ido a la par de los mencionados avances tecnológicos.

Ya, desde que algunos pintores renacentistas, capturaban a voluptuosas mujeres posando desnudas, no precisamente en poses porno, pero, sí, con implícito erotismo, ese arte, la pintura, era una plataforma para que la sexualidad se volviera pública. Igual sucedía con la escultura, en la que también se esculpían figuras femeninas, algunas en eróticas poses.

Luego, vinieron los daguerrotipos y siguió la fotografía. La pornografía, no podía quedar atrás y tanto los primeros, así como las fotos, se emplearon para hacerla aún más explícita. Quizá ahora no nos parezcan tan “pornográficas” las fotos de finales del siglo XIX o principios del XX, pero es innegable el intento de las ¿pornomodelos? – ¿podríamos ya llamarlas así? –, de mostrarse, más que amorosas, lascivas, ante los ojos de los que habrían de adquirir las publicaciones “especializadas” que reproducían tales fotografías.

Luego, vino el cine y, de nuevo, la pornografía incursionó en ese “novedoso” invento, pues fue siendo más descriptiva, porque ya no se trataba tan sólo de fotos, sino de imágenes en movimiento, lo que llenaba los huecos que había dejado la fotografía para los creativos pornógrafos de entonces. Claro, no era lo mismo “posar” una penetración, que mostrarla en movimiento, de principio a fin. Con el avance del cine, también avanzó la pornografía y se dio su “época dorada”. Y comenzaron a producirse y a exhibirse cintas “porno” a partir de los 1970’s, algunas un tanto tímidas, otras, no tanto. Deep throat (1972), cinta estadounidense, quizá fue una de las más audaces de su tiempo, mostrando a Linda Lovelace, una abusada mujer que, por esclavizantes circunstancias, más que por “talento”, ejecutaba inquietantes felaciones. Ella, rápidamente se convirtió en una destacada porn star y la cinta recaudó millones, convirtiéndose en un “clásico” del cine porno.

No podía faltar el cine casero, para los que no se atrevían, por púdicos, a entrar a los “cines porno” – aquí, en la ciudad de México, eran famosos el Arcadia, el Río, el Savoy –  en donde era requisito poseer un proyector de cintas de 8 mm, cuya duración era de escasos diez minutos. Las sesiones, de todos modos eran “privadas”, pues se consideraba un espectáculo sólo para los “caballeros”, quienes realizaban tales sesiones no en sus casas, sino en sus oficinas, acompañados de “cuates y amigos”.

En esa evolución, llegaron las videocintas y, gracias a ello, ya no se requería un costoso proyector, sino una simple televisión y una videograbadora, lo que podía hacer más íntimo el presenciar un “video porno”. Y, así, lo mismo ha pasado con las computadoras, que no sólo reproducen DVD’s, BLU-RAY, sino hasta juegos pornos “interactivos”, pasando por los “sitios pornos especializados” que exhiben cintas porno de todo tipo “al gusto del lascivo cliente” o los sitios de parejas amateurs que cobran a los ávidos espectadores por verlos “coger”.

Pero tanto mencionado “avance”, que ha servido como “plataforma pornográfica”, nos lleva a otro desafortunado tópico: que la pornografía ha estigmatizado a la mujer como elemento secundario, como extensión del macho, al que se muestra como lo principal, como la adoración de la fémina que existe y está allí para satisfacer todos sus sexuales y hasta bestiales deseos. Sí, hasta en eso el mundo actual es machista, hasta en el espectáculo pornográfico, el cual agrava, muy probablemente, toda la creciente violencia sexual hacia la mujer en todo el planeta, que va desde el diario hostigamiento sexual, hasta la violación, seguida del sádico asesinato. Ello lleva a que más de 250 mil mujeres son asesinadas cada año en el mundo a causa de aberrantes machos que las toman como un fetiche sexual que puede ser cobardemente privado de su vida. Muy triste, deplorable realidad.

Todo ello lo vemos reflejado en la más reciente cinta del polémico director japonés Shion Sono (Toyokawa, 1961), titulado en español “Antiporno” (Anchiporuno, 2016). Sono se distingue por su polémico cine, que ha, incluso, escandalizado debido a los temas que presenta. Una de ellas, 0cm4 (1989), titulada en inglés como Depression Blot (Marca depresiva), versa sobre un hombre daltónico que en cuatro días más se operará los ojos para que pueda distinguir colores y se pregunta si eso vale la pena. La cinta es inquietante porque se pregunta, finalmente, si el color es una noción que sólo existe en nuestras mentes.

En Antiporno, Sono cuestiona el papel tan misógino que se le ha dado a la mujer en la pornografía. Kyoko es una famosa pintora de cuadros eróticos, cuya vida íntima es totalmente distinta a la publicidad que se le da en revistas de arte especializadas. Sobre todo, ella es, irónicamente, misógina, y lo vemos reflejado en la forma tan machista en la que trata a su asistente, a la que golpea, obliga a desnudarse y a entregarse a las mujeres que quieren entrevistar y fotografiar a Kyoko. En una de las escenas, Kyoko le exige a la humillada chica que diga que quiere ser “¡Una gran puta, como yo!” y ésta asiente, mientras el grupo de perversas mujeres practica todo tipo de perversiones con ella… y todo parece muy convincente, como si se tratara de una escena real, hasta que se escucha el grito de “¡Corte!”, por parte del director y sus asistentes, quienes increpan a la pornoactriz que encarna a Kyoko de que su actuación como femme fatal es pésima y que si sigue así, la correrá.

Todo ello va mezclado con escenas de la niñez de la chica, que explican el por qué ella, se convirtió en una actriz porno, sobre todo, el que su padre se hubiera vuelto a casar con una mujer muy liberal en el sexo, que no se inmutaba si la chica los veía haciendo el amor y que los hombres siempre han exigido que las mujeres los complazcan y sean lo más “putas” posible que puedan. Hay una escena de otro film porno, en que la mencionada pornoactriz, siendo adolescente, es enérgicamente violada por un joven. Y ella, al verla, le pregunta al público si su actuación fue realista, si realmente parecía que estaba siendo violada.

Con esta algo compleja trama, Sono nos da su punto de vista sobre las machistas causas que han llevado a la cosificación sexual de la mujer, no sólo en Japón, sino en todo el mundo, particularmente en la industria pornográfica, a la que no interesa si su influencia sea la causa de tantas miles de mujeres asesinadas cada año por sátiros que sólo así, matándolas, complacen sus bajos instintos.

 

Antiporno se exhibe en la Cineteca Nacional.

Imprimir Correo electrónico

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar