Criterio del 7mo Arte... La Cueva ...Por Adán Salgado Andrade

La Cueva

Por Adán Salgado Andrade

 

Hendrik van Loon decía que el hombre, dentro de su desarrollo, comenzó a pelear cuando lanzaba, en los primitivos tiempos, piedras a sus enemigos para pelearse por algún animal muerto, algún riachuelo, alguna planta o lo que fuera que sirviera de alimento, sobre todo en épocas de escasez.

Conforme la humanidad fue evolucionando, fueron evolucionando las maneras de los hombres por apoderarse de los bienes ajenos. De las piedras, vinieron rudimentarias lanzas, cuchillos, arcos de flechas, espadas, lanzas, escudos, ballestas, catapultas, pólvora, arcabuces, dinamita, bombas, tanques, aviones, buques de guerra… y así, hasta llegar a las mortíferas armas nucleares, las que sólo se han usado, por fortuna, en Japón, en 1945, para finalizar una infame guerra, la segunda, de tantas que han azolado en los últimos siglos.

Fuera del tipo de armas que se emplean, los fines han sido siempre los mismos, económicos, con tal de hacerse de las tierras y los bienes de los vencidos.

Imperios han crecido, como el Romano, gracias a guerras, y así, igualmente, han caído.

Estados Unidos, por ejemplo, decadente potencia militar, siempre ha objetado cualquier pretexto para invadir a un país. Pero tras de esos, hasta cómicos pretextos, siempre han estado recursos naturales, ya, no tanto, territoriales. El petróleo, por ejemplo, ha sido un recurso muy peleado por los estadounidenses, con tal de asegurar su futuro energético.

Los “atentados terroristas” – que varios analistas achacan a los mismos Estados Unidos – del 2001 a las Torres Gemelas, han servido como justificación para invadir a países como Afganistán o a Irak. En el caso de Afganistán, fue la “certeza” de que Osama bin Laden, el “terrorista” autor intelectual de los mencionados atentados, allí se escondía, la causa de que ese país se invadiera y que, desde entonces, Estados Unidos no haya ganado aún la guerra contra los Talibanes, acusados de complicidad con bin Laden.

En el caso de Irak, fue también la “certeza” de que tenía armas de destrucción masiva, la que llevó a su invasión en el 2003. Grandes reservas petroleras estaban tras las justificaciones de tal invasión, que son las que empresas petroleras inglesas y estadounidenses, cómplices de esa guerra, controlan. En la cinta estadounidense-británica Official Secrets, 2019, dirigida por Gavin Hood, se muestra el trabajo de una “soplona”, Katharine Gun, quien destapó el secreto complot de Estados Unidos para obligar a todos los países involucrados a que votaran por la invasión de Irak, que finalmente se hizo.

También, mediante mentiras, Estados Unidos invadió y llevó al caos político, económico y social a Libia, en el 2011, país rico también en hidrocarburos. El resultado es que actualmente ese país libra una guerra civil y todos sus índices económicos, tan buenos antes de la invasión, están en la basura.

En Siria, igual en el 2011, al calor de la Primavera Árabe, se iniciaron protestas, supuestamente civiles, para exigir más libertades y hasta para derrocar al todavía presidente Bashar al-Assad. Esas “protestas civiles” fueron tramadas y financiadas por, quién otro, Estados Unidos, con tal de imponer un gobierno títere, que igualmente le permitiera la entrada de sus petroleras para explotar las abundantes reservas de hidrocarburos sirias. No sólo eso, sino que, estratégicamente, habría sido un país ideal para estar muy cerca de Rusia, país que ha apoyado a al-Assad. Sería impensable para Rusia tener tan cerca a un país dominado por su enemigo natural Estados Unidos.

En ese entreteje de países participantes, quienes llevan lo peor, son los civiles, los que deben de sufrir los “daños colaterales”, como los constantes bombardeos o ataques con armas químicas – soltadas, dicen algunos, por mercenarios alquilados por Estados Unidos para desacreditar a al-Assad.

Ese caos bélico ha creado un infierno para hombres, mujeres y niños que quedan entre el fuego cruzado de quienes, según, los están “defendiendo”.

Sea como sea, ¿quién es el bueno, quién el malo?, la guerra ha seguido, constante, desde el 2011, y no tiene visos de parar.

La cinta “La Cueva”, dirigida por el director sirio Feras Fayyad, producida en el 2019, que es, más bien, un documental, muy crudo, sigue a la doctora Amani Ballour, en su lucha por salvar al mayor número de vidas de personas de todas edades y sexos que ingresaban a su hospital, víctimas de los constantes bombardeos, hechos por aviones rusos. El título, porque el hospital, al haber sido dañado por uno de tales bombardeos, es trasladado a túneles, en donde es menor el peligro de ser alcanzado por un obús.

Dramáticas las escenas de cuando los heridos o muertos ingresan a la sala de urgencias. En cierto momento, la doctora Ballour, ante exigencias de familiares de que hiciera algo por los numerosos heridos dice que no puede hacer nada más, que no tienen ni alcohol para curarlos, pero que su personal y ella se esforzaban cuanto podían.

Sí, la guerra es muy cruda, mucho más para los que nada tienen que ver con ella y se convierten en “daños colaterales”.

La Cueva se exhibe en la Cineteca Nacional y salas comerciales.

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