Criterio del 7mo Arte... Entre Hermanas

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Entre Hermanas

Por Adán Salgado Andrade 

La sociedad monógamica que vivimos actualmente es producto de una imposición tanto del catolicismo, así como de la economía capitalista salvaje que vivimos. Si el hombre o, incluso, la mujer de la antigüedad podían sostener relaciones promiscuas con varias parejas a la vez, diversos prejuicios y limitantes históricas derivaron en los cerrados conceptos de pareja que parecieran haber existido desde el principio de los tiempos. Así, lo de un solo hombre para una sola mujer, ha sido la constante y ¡pobre de aquélla o aquél que ose romper ese aciago dogma!

El catolicismo, por esa “fe” mocha de que la pareja, el santo sacramento del matrimonio, debía de consumarse sólo entre un hombre y una mujer, llegó al extremo de prohibir que tal relación fuera de gozo. Según sus “principios”, un matrimonio debía de existir sólo como condición de la formación de una familia, una relación monogámica destinada únicamente a la procreación. El sexo mismo debía de ser sólo para eso, concebir vástagos, nada más, y era tan sacrílego que hasta se debía de pedir permiso para realizarlo. De allí, por ejemplo, el origen del vocablo inglés fuck: Fornication under the consent of King, pues todos los católicos hogares debían de colocar un letrero sobre la entrada de la puerta de sus domicilios indicando que estaban ¡fornicando!, sí, sí, ¡cometiendo sacrilegio!, pero bajo la venia del Rey y, más aún, del Señor mismo, para cumplir con el sacralísimo mandamiento de reproducirse. Así, esa inmoralidad, se justificaba antes los ojos vigilantes de Dios, a través de sus terrenales representantes, los sacerdotes católicos, así como del Rey, impartidor de la justicia divina entre los hombres.

La perfecta conjugación de tales restricciones católicas, la ha dado el capitalismo salvaje, al imponer la idea de la familia, como el núcleo de la sociedad, la célula. Así, se ideó también para la familia proletaria, la que consolida el obrero con su esposa y los hijos que se puedan tener, justo porque así lo ordena la iglesia, la idea del jefe de familia, concepto que le da a ese obrero mal pagado y explotado, la idea de que es propietario de una familia, a pesar de que no se queda con el producto de su trabajo, de que es el jefe de aquélla. Y quizá por ese tan enraizado concepto es que muchos de tales obreros sobreactúan y en un acto de posesivo machismo terminan asesinando a su esposa o a los hijos, de paso, porque prejuicios capitalistas y católicos le metieron en la cabeza que eran su propiedad. Eso ha tenido el efecto adicional de haber creado una sociedad perniciosamente machista. El patriarcado es lo dominante         

Así pues, en un sistema, ya, de entrada, tan cerrado, cualquier acto de poligamia es fuertemente condenado e, incluso, penado “conforme a la ley”.

Cuántas veces escuchamos que el hermano de fulanito, se metió con la novia o, peor aún, con la esposa de éste, lo cual da lugar a cotidianos dramas de la vida real, que en algunos casos llegan a ser fatales. Pero, bueno, se dirá, es que “son hombres”.

Menos común, justo por los mencionados prejuicios y machista sociedad en que nos desenvolvemos, es que entre dos hermanas se peleen al novio o al esposo. Eso, simplemente, será abominable, de acuerdo con nuestros enraizados estándares.

Precisamente la, más que disputa, devoción que tienen dos hermanas por un hombre, es el tema de la cinta alemana “Entre Hermanas” (Die geliebten Schwestern), del 2014. Esta cinta del director Dominik Graf, se basa en aspectos biográficos del poeta alemán Friedrich Schiller (1759-1805), dotado personaje, que también se desenvolvía como historiador, doctor, filósofo y dramaturgo y su relación con las hermanas Caroline y Charlotte von Lengefeld.

Ubicada a finales del siglo 18, la historia se centra en la vida de las hermanas, las que, obligadas en todo momento por las ambiciones de su madre,  Madame Lengefeld, se la pasan buscando matrimonios por conveniencia, cuyo resultado sea mantener el estatus familiar, gozar de las comodidades de la decadente aristocracia de la Europa renacentista, en la cual, el naciente capitalismo, exigía, mucho más que antes, poseer riqueza, con tal de hacerse de todos los crecientes, manufacturados lujos que la nueva sociedad mercantilista ofrecía. Curiosamente, con Schiller, hallaron la horma de su zapato las hermanas, ya que el joven poeta andaba también en búsqueda de una mecenas que le permitiera vivir su ociosa, pero creativa existencia. De hecho, sostenía una relación con Charlotte von Kalb, la esposa de un oficial del ejército, quien le daba algo de dote. Pero Caroline y, sobre todo, Charlotte, se prendan no sólo de la belleza física de Schiller, sino de sus dotes artísticas y creativas, por lo que deciden hacer a un lado su ambición, sobre todo la de su madre, y dar paso a sus verdaderos sentimientos y deseos de contraer nupcias con alguien al que sí amaran. Adicional a ello, también influyó la frágil salud del poeta, quien afectado de tuberculosis, enfermaba con frecuencia. Sí, las sobreprotectoras hermanas de su amado enfermo.

Evidentemente, una relación así no podía salir a la luz pública, al ojo juzgador de la cerrada e igualmente prejuiciosa sociedad de esos tiempos.

La cinta muestra también algunos de los detalles del intelecto de Schiller, gracias a los cuales, finalmente, consigue una plaza como maestro de historia, dadas sus grandes cualidades narrativas y literarias y profundos conocimientos históricos. Lo que convence a los sinodales que le conceden el puesto, es la manera tan virtuosa en que Schiller narra el conflicto de la Guerra de los Treinta Años, entre Francia, España y el Sacro Imperio Romano, todos los horrores y destrucción a los que da lugar, así como los millones de muertos que dicho conflicto provocó y que constituye una de tantas muestras del permanente estado de guerra que ha vivido, y vive, la humanidad.

En una escena, uno de sus cercanos amigos, le muestra un panfleto en el que artistas de la época dibujaban los horrores que la Revolución Francesa de 1789 estaba ocasionando en Francia, sobre todo las incontables muertes por decapitación de aristócratas y de “enemigos de la revolución”, que la barbarie de las masas iba dejando, y le pide que escriba sobre ello, a lo que Schiller le responde que no aguanta ver tanta violencia. Su amigo, entonces, le increpa que “si pudiste escribir sobre los horrores de la inquisición y de la guerra de los Treinta Años, ¿por qué no escribes sobre esto?”, recibiendo como respuesta el silencio del poeta. Es comprensible que no siempre estaremos de estado de ánimo para reflexionar sobre lo terrible que el género humano ha consumado.

La cinta estadounidense del 2008 “La otra Reina”, filme del director Justin Chadwick, muestra la cuestionable rivalidad que existió entre las hermanas Ana y María Bolena por convertirse en las amantes del rey Enrique VIII de Inglaterra (la novela del mismo nombre, debida a la pluma de la escritora inglesa Philippa Gregory, está llena de inconsistencias históricas).

La diferencia con el filme “Entre Hermanas” es que no existe rivalidad entre Caroline y Charlotte, sino un genuino placer por compartir a hombre tan excelso. Para tomarse en cuenta.

 

“Entre Hermanas” se exhibe en la cineteca nacional y salas comerciales.         

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