Criterio del 7mo Arte... Los Siete Magnificos. Por Adán Salgado

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LOS SIETE MAGNÍFICOS 

Por Adán Salgado Andrade

¿Cuántas veces hemos deseado, ante una injusticia, ante un acto de barbarie, ante el poder prepotente ejercido fácticamente, que un héroe cinematográfico acuda en nuestra ayuda, alguien con poderes, con decisión, con la destreza suficiente como para que pueda derrotar al enemigo y devolvernos lo que es nuestro, lo que por ley nos pertenece o eliminar la maldad que está por dañarnos? Seguramente, muchas veces.

Por ejemplo, eso debe de suceder cuando en una población campirana, al lado de un verde bosque, bordeado por un limpio, caudaloso río, de repente, una depredadora empresa, actuando prepotentemente, en contubernio con las corruptas “autoridades” desea imponer una megaobra, tal como una megamina o un contaminante pozo de extracción de gas de esquisto, que, si se deja operar, al cabo de un tiempo, acabará con el bosque, contaminará el río y matará a la población a causa de todos los venenos que ese tipo de destructivas obras ocasiona. No es así, por supuesto, pues la mayoría de las veces esos antiecológicos, arrasadores megaproyectos, se imponen mediante el exclusivo uso de la fuerza bruta, acabando y polucionando en semanas, a lo que la naturaleza le llevó milenios hacer.

Menciono lo anterior como preámbulo para referirme a la cinta estadounidense “Los siete magníficos”, un western dirigido por Antoine Fuqua, de quien hemos conocido trabajos como “Día de entrenamiento”, 2001, protagonizada por Denzel Washington y Ethan Hawke, sobre un corrupto policía condecorado, personificado justamente por Washington, cuyo único interés es robar dinero de los delincuentes a los que pretende arrestar. Los dos se vuelven a reunir en el mencionado western, remake de la cinta de 1960, del mismo nombre, dirigida por John Sturges, estelarizada por Yul Brynner y Steve McQueen, convertida ya en un clásico e integrada a las cien cintas más influyentes por el American Film Institute.

Así que, de acuerdo con la tendencia que tiene Hollywood, era más que obligado realizar una nueva versión de tal clásico. Y el resultado me parece afortunado. En la cinta de Fuqua, se sustituye a un barón minero, por los asaltantes que, en la original, estaban azolando a un pueblo mexicano, en los 1880’s. Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), un corrupto barón minero –  que bien podría compararse con un Alberto Bailléres, dueño del contaminante Grupo Bal Peñoles –, trata de someter a todos los habitantes del pueblo de Rose Creek, para obligarlos a que le vendan sus tierras en contra de su voluntad, pero, además, a precios irrisorios, con tal de amplair sus dominios mineros. Como intentan los sufridos pobladores oponer resistencia, Bogue y sus matones, con lujo de violencia, asesinan a varios de ellos, en especial al esposo de Emma Cullen (Haley Bennett), quien, a partir de entonces se propone tomar venganza, contratando a Sam Chisolm (Denzel Washington), un marshal caza recompensas. Al principio, éste se niega, pero viendo que la mujer y un amigo de ella le habían ofrecido todo su dinero, con tal de que se deshiciera de Bogue, decide emprender la lucha, comprendiendo que no se trataba sólo de dinero, sino de devolver a esas personas algo de la dignidad que el asesino magnate les había quitado por años.

Se entrega a la tarea, entonces, de reclutar a un equipo de defensores de la libertad, casi todos forajidos de baja ralea, entre matones y tramposos quienes, finalmente, deciden luchar también no por dinero, sino por la dignidad de la aterrorizada gente y, así, reivindicarse en algo con ellos mismos. No sólo eso, sino sabedores de que al enfrentarse con Bogue, al haberle eliminado a algunos de sus matones, el desquite de aquél sería inconmensurablemente violento, deciden entrenar en unos pocos días a todos los hombres del pueblo para que aprendan a disparar y enfrenten al ejército de matones con los que Bogue ataca al pueblo. Pero advierten a todos, que la lucha no será fácil y que varios habrán de caer ante el megalómano Bogue.

Es cuando, como menciono antes, a uno le gustaría que ese tipo de magníficos se impusieran a las depredadoras empresas y evitaran que construyeran sus destructivos megaproyectos en prístinos, naturales sitios. Ojalá todo en la vida fuera tan cinematográfico.

 

“Los siete magníficos” se exhibe en salas comerciales.     

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