Aire Acondicionado CUENTO por Adán Salgado Andrade

 

AIRE ACONDICIONADO

Por Adán Salgado Andrade

 

Lord Millionaire – su verdadero nombre era Pedro Hernández – decía que el dinero lo podía todo.

Su enorme fortuna, lograda de vender oxígeno enlatado – imprescindible, necesario elemento, cada vez más escaso por la brutal contaminación y calentamiento mundial –, lo había hecho, en el 2070, el billonario más rico del planeta, figurando en la lista anual de Forbes, de los 10 más súper ricos billonarios del planeta, con una fortuna estimada en un millón de millones de dólares, con lo que superaba a los otros nueve mencionados.

No le interesaba que hubiera 15 mil millones de pobres que debían sobrevivir con menos de cincuenta centavos de dólar al día, y que hubiera,  a lo más, 20 millones de seres humanos que vivían, digamos, no tan mal, con un salario de dos mil dólares al mes.

Se preguntaba Pedro si por eso se había incrementado tanto la violencia mundial… y que, por eso, lo que más gastaban los países que quedaban, fuera en armamento, más que en alimentos… su capacidad de análisis social no llegaba a tanto…

No, ni tampoco, si por eso era que los presupuestos alimentarios, o sea, los destinados a alimentación mundial, fueran la décima parte de los gastado en armas…

Ni tampoco le importaba si los mares estaban ya llenos de plástico, que ya superaba, en peso al de los pocos peces y cetáceos que quedaban…

Ni mucho menos le inquietaba que tanto plástico contaminara al cuerpo… no, en su espacio que se había construido en los Alpes Suizos, su eterno sueño, desde pequeño, tenía un gran “mar” artificial, en donde sus especialistas biólogos marinos, criaban varias especies, como ballenas, delfines, atunes, peces espada… que él, habitualmente, se ponía a pescar, para que su esposa, Lady Magnifique – su nombre verdadero era Britney Cruz, pero, como todo nuevo rico hacía, había elegido un nombre más cool –, los cocinara a la sauce vert – salsa verde, pero en afrancesado nombre, para que tuviera más caché – o a le papier métallique – o sea, empapeladas, para que se oyera mejor –… y así…

Ni tampoco le causaba comezón a Pedro que se produjeran 10 millones de toneladas diarias de basura en el planeta… él, tenía su procesadora de desperdicios en su pequeño reino, en donde sus técnicos en recuperación ecológica, procesaban exclusivamente su basura, separando sólidos de orgánicos, reciclando lo que se pudiera, la mayoría, obteniendo buen composta de lo orgánico… y hasta usando las hojas y ramas secas de su gran bosque, como biomasa para alimentar la planta eléctrica… si no, de todos  modos, los gigantescos paneles solares producían suficiente electricidad para todo su emporio…

Mucho menos le interesaba que cada segundo murieran por armas de fuego 200 personas… él estaba seguro con su policía y ejército personales, a los que, cada día, pasaba revista. Psicólogos militares los examinaban cada mes, con tal de que no se hallaran signos de insubordinación. De ser así, aplicaban un muy novedoso tratamiento, inventado por uno de ellos, llamado Rectificador Mental, que, mediante choques eléctricos, corregía cualquier anomalía de insubordinación… sí, así que sus soldados y policías, quizá no fueran los más altos – eran la mayoría oaxaqueños –, pero, sí, los más leales…

Con el endemoniado calentamiento global, además de que el oxígeno natural escaseaba, muchas regiones del planeta, países enteros, habían dejado de ser habitables, pues con temperaturas mayores a 60 grados centígrados, sobre todo en los sitios desérticos, era un suicidio habitarlos… y sólo algunos jeques o narcotraficantes famosos y honorables, seguían habitándolos… pero en artificiales conjuntos, como el de Pedro, aunque mucho menos valiosos, pues estaban en las partes más calientísimas del planeta…

Bueno para los negocios como era, Pedro, años antes, cuando se enteró que se estaban poniendo en venta terrenos en los Alpes Suizos, a precio de ganga, pues ya casi no había hielo en ellos – como en todos los lugares antes helados, como polos, glaciares y demás –, se apresuró a comprar un área de 80 por 80 kilómetros, lo que le daba 6400 kilómetros cuadrados, suficientes, consideró, para hacerse su mundo

Incluso, su fábrica de oxígeno enlatado frío la había mejor instalado allí – antes estaba en Alaska, hasta que el derretimiento del permahielo hundió el lugar y por eso la retiró, antes de que se sumergiera, con todo y Alaska –, pues, de todos modos, así la vigilaría mucho mejor. “Al ojo del amo, engorda el caballo”, recordaba ese refrán…

Agradecía que había tenido una gran tía, su tía Viri, la que le enseñó el valor de la vida, diciéndole que, más importante que el dinero, era cuidar a la Naturaleza. Recordaba que ella siempre quiso comprar un gran terreno baldío, cerca de donde vivía, en el cual, decía, “sembraría muchos árboles y lo llenaría de pájaros y periquitos”… la vida se le fue, pero hasta el último día de sus noventa años, no dejó de pensar en eso. Y le recomendó a Pedro que si alguna vez podía hacerlo, no lo dudara…

Todavía no era rico, cuando la tía Viri le decía eso, pero ya cuando vio el gran negocio que sería vender oxígeno enlatado y que, gracias a eso, la empresa que fundó, Canned Oxygen International, era la más capitalizada del planeta – su valor de mercado superaba los diez trillones de dólares, un tercio del Producto Interno Bruto mundial –, tuvo muy en mente la promesa que le hizo a ella, de comprar y reforestar terrenos para que crecieran en ellos animales y, sobre todo, pericos…

 Y lo hizo en los ya muy deteriorados y derretidos… Alpes Suizos…

También le habían ofrecido terrenos en el Ártico, mucho más baratos, por despoblados, pero tanto Britney, como él, prefirieron los Alpes… “Siempre quise vivir allí, Peter”, le decía ella, “como en las pelis”…

El problema del deshielo, lo tenía sin cuidado. La empresa alemana Siemens se salvó de la quiebra cuando Pedro le solicitó diseñar y construir un gigantesco sistema de aire acondicionado para mantener la temperatura del sito en cuatro grados centígrados bajo cero, suficientes para que las laderas descongeladas de los montes, en donde antes del derretimiento se esquiaba, se volvieran a congelar y él pudiera esquiar y reproducir las escenas de su cinta favorita de la ya extinta franquicia cinematográfica de James Bond, “Sólo para sus ojos”, del lejanísimo año de 1977, estelarizada por Roger Moore, para Pedro, el mejor James Bond de todos los tiempos.

Salía Pedro a esquiar con sus camarógrafos y directores cinematográficos, uno de ellos, James Cameron III, nieto del, hacía tiempo, fallecido James Cameron, quien no pudo acomodarse al cine de súper enhanced realidad virtual, con hologramas láser, efectos de sonido dinámicos, sensaciones térmicas, acuáticas, de súper poderes… y más, como si se estuviera allí… no pudo adaptar su última cinta, Avatar 10, a esos necesarios cinematográficos cambios, muy demandados por el público que aún podía asistir al holocine… poco, ni un cinco por ciento de la población mundial, hundida, la mayoría en condiciones realmente deprimentes, viviendo en cavernas subterráneas, cientos de millones, con tal de paliar los efectos brutales de las altas temperaturas, o en drenajes, o en islas de desperdicios plásticos flotantes, con tal de que las contaminadas aguas marinas los refrescaran algo…

Sí, era muy, muy triste todo eso… pero Pedro, fuera de encogerse de hombros, y comentarlos de vez en cuando con su esposa y sus diez hijos – “Pues, para eso, Dios y la Virgencita, me hicieron muy rico”, comentaba a los que le preguntaban por qué había tenido tantos vástagos, aunque la rezón principal fue que hasta el décimo hijo le vino el hombrecito, tan deseado por él, “pues eso de tener puras viejas, nomás no”, justificaba –, no se sentía realmente afectado por nada…

Le decían algunos políticos – muchos de los cuales vivían del salario que él les daba, con tal de que su imagen pública, en todo el planeta, fuera excelente e intachable – que su estilo de vida era la envidia y el rencor de cientos de millones, pero Pedro ni se inmutaba. “Pues fíjense que me vale… sí, porque yo me he ganado todo lo que tengo rajándome el lomo, desde chavo… y, si se me ponen al brinco… pues por eso tengo a mi ejército privado y a mis polis… así, que si me hacen algo, me la pelan…”, contestaba, muy convencido de que el dinero todo lo podía, hasta poner en su lugar a todo aquel que osara meterse con él, su familia…

Sus hijos iban a una sucursal de Oxford que se había establecido allí por él, en donde también asistían los hijos de sus empleados… los más destacados, claro, los que llevaran diez de promedio, que entraban “becados”, sólo pagando 5 mil dólares mensuales, no los veinte mil que se cobraban en general…

Y era que, como todo para él era negocio, los hombres ricos de otros lados, preferían mandar allí a sus hijos a estudiar, con tal de evitar altas temperaturas, contaminación, violencia, muertes, secuestros… los estudiantes que entraban allí, previo examen de admisión – en realidad, más se trataba de ver que, en efecto, contaran con la fortuna mínima requerida, poseída por sus padres, de cien mil millones de dólares, por lo que eran muy pocos los que se quedaban –, se hospedaban en un internado, que se pagaba con parte de la colegiatura…

De esa forma, llegaban en sus jets privados al aeropuerto internacional “Tía Viri”, al que sólo podían entrar las naves autorizadas, pues, las que no, se les enviaba un aviso de que o se retiraban o serían destruidas por un misil…

Aunque, de todos modos, no podían entrar, pues, justamente, por el gigantesco aire acondicionado, cuya salida, para los cientos de miles de metros cúbicos de aire caliente que emanaban a diario, estaba del lado sur del complejo, Siemens tuvo que construir, con ayuda de otras empresas de muy alta tecnología – que también se salvaron gracias al gigantesco proyecto y que seguían viviendo de él, merced al mantenimiento obligado que tamaña obra debía tener permanentemente –, un, igualmente, enorme domo de cristal blindado, como el que se empleaba en acuarios, de diez metros de espesor, blindado, para que actuara como aislante del sitio, además de muy efectiva protección, claro, reforzada ésta con los sistemas antimisiles, antiaviones, antitodo… en el cual, Pedro no reparó para nada en gastos, con tal de que él y todos en Pedroland – así se refería Pedro a su nidito de amor, pero pensaba someter a concurso el nombre que oficialmente ostentaría –, se sintieran y estuvieran a gusto y, sobre todo, muy seguros…

Ese enorme domo, de media esfera de forma, de 80 kilómetros de diámetro, perfectamente adaptado a la orografía del sitio, habiendo calculado los ingenieros hasta la más mínima imperfección del terreno que sellaron con aquél, no sólo servía para aislar el lugar y protegerlo, incluso, de algunos cientos de misilasos – Precaución adicional, pues Pedro no pensaba, realmente, que alguien se atreviera a atacarlo, porque hasta a sus atacantes sobornaría, de ser necesario –, sino que contenía capas térmicas y holográficas que podían proyectar o formar cualquier cosa, como un hermoso cielo azul, fuera de noche o de día, uno estrellado, uno con una bellísima luna llena, un eclipse solar… y cuanto diseño visual se le ocurriera al operador… claro, el que Pedro le ordenara proyectar…

O, simplemente, se podía ver el cielo natural… si es que era veíble, lo cual, era muy raro, debido a la espesa capa de smog que llenaba a casi todo el caliente planeta…

 

Una de tantas tardes, “tan bella”, era la que Pedro y la familia contemplaban, muy abrigados con sus abrigos de lana – de mink, se le hacían “un exceso” –, desde la terraza exterior de su chalet francés, construido de madera de roble – especialmente cultivados los robles en sus bosques, transgénicos, ni hablar, con tal que crecieran muy rápido –, con una gran sala, de mullidos sofás, color cedro, también, una gran chimenea central, prendida todo el tiempo, por la gélida temperatura exterior, de cuatro grados, pero que al interior, con la gran chimenea, ventanas, paredes aisladas y calefacción central, se mantenía a muy agradables 18 grados centígrados, quince recámaras – valía más que sobraran y no que faltaran –, con baños en cada una y tres muy grandes, con sauna y termomasaje, enorme cocina, con todos los adelantos, como aparatos de cocina nuclear, tres niveles, sala de entretenimiento con cine holográfico de realidad virtual, pista techada para correr, cuarto de juegos, piscina techada, con sol artificial…

Había un aviario, inspirado en su instalación por su tía Viri, pues a menos cuatro grados centígrados, en el exterior, ni pericos, ni golondrinas, ni ruiseñores, ni otros… podrían haber sobrevivido. Estaba en un extremo de la chalet, muy bien equipado con todos los adelantos, cuidadas y vigiladas las aves por biólogos…

Sí, Pedro se consideraba un verdadero ganador… en efecto, algo cada vez más difícil en ese depredado planeta… habría preferido irse a Marte, como hacía tiempo planearon científicos chinos, pero los varios intentos de habitarlo, fracasaron, pues se halló que desconocidos virus habían atacado a las diez expediciones exploratorias que intentaron la colonización y todos los miembros murieron…

“Ni modo”, consideró Pedro, cuando se supo eso, y, sin pensarlo más, actuó de inmediato… compró esos terrenos y planeó su “pequeño paraíso”…

“Hombre precavido, vale por dos”, recordaba siempre ese viejo proverbio, que desde hacía siglos se repetía y repetía…

Daba “gracias a Dios” que por su enorme fortuna hubiera resuelto, al menos para su familia y para él, tantos problemas sociales, ambientales, económicos, de salud… claro, él los estaba agravando, como los ambientales, dado que su enorme aparato de aire acondicionado contribuía a calentar más rápidamente al planeta, pues las cien mil toneladas diarias de aire extra caliente que soltaba aquél, habían calculado su técnicos, hacía que la temperatura mundial aumentara dos grados centígrados anuales… ¡demasiados!, pero, bueno, de todos modos, ningún otro rico, más que él, pudo hacer una inversión así, por lo que se contentaban con aires acondicionados domésticos, adaptados a las residencias en donde vivían, envidiando a Pedroland…

 

Pronto llegó la noche. Unos de sus hijos se fueron a ver una película, otros, al cuarto de juego, otros, a nadar en la alberca… pero él y Britney prefirieron acostarse, muy cansados de la jornada de ese día…

 

 

 

 

 

 

 

II

 

-¡Señor, nos están bombardeando! –, le decía el Almirante Herrera, de nacionalidad española, para que no tuvieran problemas de comunicación…

-¿¡Queeeeé!? – exclamó Pedro, sorprendido, pues si algo había asegurado… o, al menos, eso creía, era haber logrado que se inmovilizaran, mediante sobornos, todos los aviones militares que aún quedaban en los ejércitos de los países que aún contaban con ellos…

Pedro lo hizo, justamente, para deshacerse de la posibilidad de que alguno de esos aparatos fuera usado para atacar a Pedroland…

-¿¡Y los misiles, por qué no usaron los pinches misiles!? . gritó, enfurecido…

Britney se despertó por sus terribles gritos…

-¿¡Qué está pasando. Pedro!? – preguntó, asustada.

Pedro ni caso le hizo, concentrado en la llamada de Herrera…

-¡Nos los anularon los hackers, don Pedro! – le contestó Herrera…

“¡Esa mierda de puto internet!”, reflexionó con coraje Pedro. De haber sabido, lo hubiera suprimido, pero como en la Universidad de Pedroland era vital para los estudiantes y sus hijos no podían vivir sin las chingadas redes sociales, que Cara a Cara, Youvirtual, Hologram, Destroyed World… por eso no lo suprimió…

Y más pendejo fue en no haber gastado en híperseguridad digital, porque consideró que no era ya seria una amenaza por allí. Hacía años que los hackers habían dejado de dañar a la Web, pues casi había desaparecido por el altísimo consumo de electricidad que requería, y sólo lo operaban algunas compañías, pagadas por ricos, como Pedro, para dar un ya muy limitado servicio, sobre todo, para las tareas estudiantiles y algo de comunicación…

Pero tampoco los hackers ya lo hacían porque, literalmente, se “asaban” al operar cuartos con computadoras, por la abrazadora temperatura a la que operaban ésas, especialmente diseñadas para soportar más de 70 grados centígrados, con disipadores de calor de nanomateriales y sistema cuántico… los operadores morían de calor si no laboraban en cuartos con aire acondicionado, inexistentes ya en oficinas o empresas…

Los hackers morían de calor, más no las computadoras…

Por eso Pedro desestimó poner híperseguridad digital contra los ya casi extintos hackers…

“¿¡Quién sabe cómo nos hackearon!?”, pensó, sintiendo una maldita indigestión, por el coraje… peor, porque había comido guacamole, cada vez más escaso – cultivaba aguacates transgénicos en sus invernaderos, por eso se daba ese lujo…

-¡Nos atacaron por la salida del domo… la parte menos protegida, don Pedro!...

-¡Hijos de su puta madre! – rabió Pedro…

 

Nada pudieron hacer ni sus empleados, ni su ejército, ni Pedro, ni nadie… para evitar que, luego de destruido el domo con los bombazos de ese bombardero ruso de “alta generación” – dotado de misiles súper penetradores, que alguien había ocultado su existencia, a pesar de los sobornos pagados por Pedro para desarmarlos –, la temperatura de Pedroland rápidamente subiera a los 50 grados centígrados…

Los menos cuatro grados bajo cero se disiparon en minutos, permitiendo que las hordas de invasores de los alrededores, gozaran por algunos minutos de “frío”, una olvidada sensación, desde que el planeta, desde hace años, estaba asándose por tanto calor…

 

La fábrica de oxígeno fresco enlatado fue totalmente saqueada…

 

Y nadie evitó la matanza que sobrevino, cuando esas hordas irrumpieron en todas las instalaciones, la universidad, las casas de los empleados, el chalet de Pedro y su familia… ¡cansados, ya, de siempre estarse asfixiando por tanto pinche calor!...

 

FIN

 

 

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