Criterio del 7mo Arte... La Balsa. Por Adán Salgado Andrade

 

LA BALSA

 Por Adán Salgado Andrade 

Durante la historia de la humanidad, siempre ha existido la predisposición, en distintas culturas y tiempos, a la aventura. Las exploraciones de todo tipo, tanto por tierra, agua y cielo, han dejado su huella.

Por ejemplo, hay evidencia de que Abubakari II, emperador de Mali de 1310 a 1311, reino de África – antes de que comenzara la incursión de blancos para apropiarse ilegalmente de gente para usarlos como esclavos –, realizó un viaje a lo que hoy es América, con tal de saciar su curiosidad. Debe de haber desembarcado, según indican estudios, en lo que hoy es Brasil, en donde la tribu Garifuna, clamaban los antiguos europeos que los conocieron, tenía raíz africana. También hallaron calabazas de botella, de las que sirven para hacer guajes, propias de África. Y sus flechas eran como las usadas por los malíes. Todos ellos, elementos que indicaban la presencia de Abubakari II y los hombres con los que emprendió tan largo viaje… del que nunca regresó, pues las frágiles embarcaciones de entonces, no podían permitir un viaje tan largo de ida y de regreso, sobre todo porque no estaban tan diestros aún en la navegación.

De los vikingos, también se sabe que llegaron a costas de lo que hoy es Estados Unidos. Comandados por Leif Erikson, hijo de Erik el Rojo, navegando en sus drakkars, incómodas, pero rudas embarcaciones, equipadas con velas y remeros, llegaron a costas norteamericanas hacia el año 1000 DC, fundando Vinland, pero no buscando nada más allá que, quizá, saciar esa curiosidad de aventura.

Años más tarde, Marco Polo hizo lo suyo, entre 1271 y 1295, surcando los mares para llegar, siendo aún adolescente, a los reinos de Mongolia y China, en donde se hizo muy cercano a distintos monarcas, aprendiendo cuatro lenguas tártaras y profundos conocimientos de las culturas orientales. De tantas experiencias, escribió su famosa obra Los Viajes de Marco Polo, con la cual dio a conocer interesantes aspectos de aquellas naciones. Regresó a Venecia siendo un experimentado cuarentón.

Más recientemente, el aventurero noruego Thor Heyerdahl (1914-2002), se hizo famoso en 1947, por navegar en una muy frágil embarcación, la Kon-Tiki, hecha tan sólo de madera y otros materiales nativos de Perú, al estilo de los incas. Navegó desde éste país a la Polinesia Francesa, distante unos ocho mil kilómetros de la ubicación inicial. Lo hizo para demostrar que las antiguas civilizaciones podían realizar largos viajes por mar y relacionarse entre sí con lejanos pueblos. Heyerdahl realizó posteriores viajes, igualmente aventurados, en igualmente frágiles embarcaciones, para demostrar sus teorías.

De esa proeza, se hizo la cinta Kon-Tiki, del 2012, dirigida por Joachim Rønning y Espen Sandberg, coproducción de Noruega, Dinamarca, Alemania, Suecia e Inglaterra, que muestra todos los periplos que corrieron los tripulantes.

Esa expedición fue repetida por el español Kitin Muñoz, quien en 1990, logró llegar también a la Polinesia en una frágil embarcación, la Uru, “hermana” de la usada por Heyerdahl, quien, incluso, lo felicitó. Esa felicitación, la puso Muñoz al inicio del libro que escribió al respecto, titulado “La expedición Uru”, publicado en 1990.

En fin, que no faltan aventuras así, algunas, incluso, mortales, de las que nada se supo más, luego de haber zarpado los avezados viajeros.

La cinta “La Balsa” (The Raft), del 2018, coproducción de Suecia, Dinamarca, Alemania y Estados Unidos, es un documental dirigido por Marcus Lindeen, que se refiere al también épico viaje que emprendió el antropólogo mexicano Santiago Genovés (1923-2013), en una poco atractiva balsa de acero que él mismo diseñó, bautizada como Acali (La casa del agua, en náhuatl), que parecía más una caja de zapatos, que una embarcación. Medía 12 por 7 metros, y sólo tenía velas para desplazarse, nada más, pues Genovés deseaba algo que pudiera poner en tensión a la tripulación, el motivo de su aventurero “experimento”.

La tripulación constó de seis hombres y cuatro mujeres, cruzando el Atlántico, saliendo de las Islas Canarias, hasta llegar a la isla mexicana de Cozumel. Parte de la narración la reconstruyen algunos de quienes participaron en el viaje, las cuatro mujeres y uno de los hombres, un japonés. Las notas del viaje, dejadas por Genovés, son narradas por Daniel Giménez Cacho.

Genovés quería saber si la tripulación, expuesta a situaciones límite, podía generar un comportamiento violento.

Quizá la situación más extrema que afrontaron, fue el hallarse en el paso de una tormenta. Genovés desoyó órdenes de su capitana, de que buscaran refugio en alguna isla cercana. Hasta la destituyó, pues ella se rehusó a cumplir esa peligrosa orden.

Y es en donde el antropólogo, egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, se dio cuenta que él, y no sus tripulantes, había desarrollado una conducta hostil, que casi acaba con el experimento.

Genovés fue parte de la segunda expedición, la Ra, que llevó a cabo Heyerdahl, en 1969, la cual fracasó, pues les hicieron falta unos amarres a la frágil embarcación para sostener el mástil, sin los cuales, aquélla se separó y se hundió. Fueron rescatados por un yate.

Probablemente de esa experiencia, Genovés desarrolló su aventurero espíritu, pero quizá prefirió no llegar al extremo de viajar en una frágil balsa y la Acali, como dije, se hizo de acero totalmente.

Como siempre, experimentos así, se tornan polémicos. A la Acali, los medios informativos se referían como el “Bote del Sexo”, en el que se llevaban a cabo orgías y otras “perversiones”. La ponían de lo peor, tanto, que una carta firmada por varios antropólogos de la UNAM desconocieron ese, que no consideraban “experimento antropológico”.

Pudiera ser que para limpiar el nombre de Genovés y su marítima aventura, se haya realizado el documental, el que, realmente, nos hace sentir algo de lo aventurado, y hasta peligroso, del viaje.

Quizá a muchos, luego de verlo, nos den ganas de hacer algo así. Al menos, cruzar una laguna en una lancha de remos, no tan frágil.

“La Balsa” se exhibe en la Cineteca Nacional y salas comerciales.

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Criterio del 7mo Arte... La Cueva ...Por Adán Salgado Andrade

La Cueva

Por Adán Salgado Andrade

 

Hendrik van Loon decía que el hombre, dentro de su desarrollo, comenzó a pelear cuando lanzaba, en los primitivos tiempos, piedras a sus enemigos para pelearse por algún animal muerto, algún riachuelo, alguna planta o lo que fuera que sirviera de alimento, sobre todo en épocas de escasez.

Conforme la humanidad fue evolucionando, fueron evolucionando las maneras de los hombres por apoderarse de los bienes ajenos. De las piedras, vinieron rudimentarias lanzas, cuchillos, arcos de flechas, espadas, lanzas, escudos, ballestas, catapultas, pólvora, arcabuces, dinamita, bombas, tanques, aviones, buques de guerra… y así, hasta llegar a las mortíferas armas nucleares, las que sólo se han usado, por fortuna, en Japón, en 1945, para finalizar una infame guerra, la segunda, de tantas que han azolado en los últimos siglos.

Fuera del tipo de armas que se emplean, los fines han sido siempre los mismos, económicos, con tal de hacerse de las tierras y los bienes de los vencidos.

Imperios han crecido, como el Romano, gracias a guerras, y así, igualmente, han caído.

Estados Unidos, por ejemplo, decadente potencia militar, siempre ha objetado cualquier pretexto para invadir a un país. Pero tras de esos, hasta cómicos pretextos, siempre han estado recursos naturales, ya, no tanto, territoriales. El petróleo, por ejemplo, ha sido un recurso muy peleado por los estadounidenses, con tal de asegurar su futuro energético.

Los “atentados terroristas” – que varios analistas achacan a los mismos Estados Unidos – del 2001 a las Torres Gemelas, han servido como justificación para invadir a países como Afganistán o a Irak. En el caso de Afganistán, fue la “certeza” de que Osama bin Laden, el “terrorista” autor intelectual de los mencionados atentados, allí se escondía, la causa de que ese país se invadiera y que, desde entonces, Estados Unidos no haya ganado aún la guerra contra los Talibanes, acusados de complicidad con bin Laden.

En el caso de Irak, fue también la “certeza” de que tenía armas de destrucción masiva, la que llevó a su invasión en el 2003. Grandes reservas petroleras estaban tras las justificaciones de tal invasión, que son las que empresas petroleras inglesas y estadounidenses, cómplices de esa guerra, controlan. En la cinta estadounidense-británica Official Secrets, 2019, dirigida por Gavin Hood, se muestra el trabajo de una “soplona”, Katharine Gun, quien destapó el secreto complot de Estados Unidos para obligar a todos los países involucrados a que votaran por la invasión de Irak, que finalmente se hizo.

También, mediante mentiras, Estados Unidos invadió y llevó al caos político, económico y social a Libia, en el 2011, país rico también en hidrocarburos. El resultado es que actualmente ese país libra una guerra civil y todos sus índices económicos, tan buenos antes de la invasión, están en la basura.

En Siria, igual en el 2011, al calor de la Primavera Árabe, se iniciaron protestas, supuestamente civiles, para exigir más libertades y hasta para derrocar al todavía presidente Bashar al-Assad. Esas “protestas civiles” fueron tramadas y financiadas por, quién otro, Estados Unidos, con tal de imponer un gobierno títere, que igualmente le permitiera la entrada de sus petroleras para explotar las abundantes reservas de hidrocarburos sirias. No sólo eso, sino que, estratégicamente, habría sido un país ideal para estar muy cerca de Rusia, país que ha apoyado a al-Assad. Sería impensable para Rusia tener tan cerca a un país dominado por su enemigo natural Estados Unidos.

En ese entreteje de países participantes, quienes llevan lo peor, son los civiles, los que deben de sufrir los “daños colaterales”, como los constantes bombardeos o ataques con armas químicas – soltadas, dicen algunos, por mercenarios alquilados por Estados Unidos para desacreditar a al-Assad.

Ese caos bélico ha creado un infierno para hombres, mujeres y niños que quedan entre el fuego cruzado de quienes, según, los están “defendiendo”.

Sea como sea, ¿quién es el bueno, quién el malo?, la guerra ha seguido, constante, desde el 2011, y no tiene visos de parar.

La cinta “La Cueva”, dirigida por el director sirio Feras Fayyad, producida en el 2019, que es, más bien, un documental, muy crudo, sigue a la doctora Amani Ballour, en su lucha por salvar al mayor número de vidas de personas de todas edades y sexos que ingresaban a su hospital, víctimas de los constantes bombardeos, hechos por aviones rusos. El título, porque el hospital, al haber sido dañado por uno de tales bombardeos, es trasladado a túneles, en donde es menor el peligro de ser alcanzado por un obús.

Dramáticas las escenas de cuando los heridos o muertos ingresan a la sala de urgencias. En cierto momento, la doctora Ballour, ante exigencias de familiares de que hiciera algo por los numerosos heridos dice que no puede hacer nada más, que no tienen ni alcohol para curarlos, pero que su personal y ella se esforzaban cuanto podían.

Sí, la guerra es muy cruda, mucho más para los que nada tienen que ver con ella y se convierten en “daños colaterales”.

La Cueva se exhibe en la Cineteca Nacional y salas comerciales.

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Criterio del 7mo Arte... Ángeles de Charlie ...Por Adán Salgado Andrade

Ángeles de Charlie

Por Adán Salgado Andrade 

En la sociedad machista en que vivimos, el estereotipo, en casi todo, ha sido siempre el hombre. Los pintores, los escultores, los arquitectos, los ingenieros, los escritores, los fundadores de empresas, los directores de películas, los CEO’s, los presidentes, los sacerdotes, los pastores… ¡hasta los espías, siempre han sido mayoritariamente hombres!

Leía hace poco que, por ejemplo, las mujeres que quieren iniciar empresas, aunque parezcan exitosas, tienen muchas trabas de los inversionistas, pues éstos, la mayoría, si no es que todos, son hombres.

Y siempre, el poder del hombre, es el que determina el curso de la historia, pues casi permanentemente ha dejado relegada a la mujer, la que es sólo su sombra. Bien decía John Lenon, en una de sus canciones, que la “mujer es el negro del mundo”, pues no sólo se le desplaza, sino que se hostiga, se le discrimina, se le golpea, se le viola, se le asesina…

Así pues, cuando, ya sea en la vida real o en la ficción, como la cinematográfica, la mujer se empodera (usando esa palabra, muy recurrida en la sociología), seguro todas las mujeres  (y los hombres que compartimos ese femenino empoderamiento), experimentan la emoción cuando saben que una de ellas se impone a un hombre, sea en una votación, un concurso, una pelea, una discusión…

Está Hipatia (360-415), por ejemplo, gran mujer sabia de Alejandría, asesinada por el impuesto obscurantismo religioso, que consideró a su sabiduría, como cosas de bruja, matándola a golpes, descuartizándola después, y arrastrando caballos sus restos por toda la ciudad.   

O Mata Hari (1876-1917), exótica bailarina danesa, acusada por Francia de espiar para Alemania, durante la Primera Guerra Mundial, lo que le valió que la fusilaran, sin pruebas tajantes. Pero ahí está, vista como heroína, por muchos (años después, la cinta Casino Royal, 1967, de John Houston, retomaría su nombre, para presentarla como la mítica mujer de James Bond, en sus años mozos).

O tomemos a Rosa Luxemburgo (1871-1919), gran filósofa marxista, asesinada en Alemania, por proclamar ideas a favor de la clase obrera durante la formación del nazismo.

Está también Camile Claudel (1864-1943), escultora, considerada por muchos, mejor que Auguste Rodin, con quien sostuvo una dolorosa relación sentimental, que la mandó al manicomio.

Los comics, igualmente, han puesto en alto a las mujeres. Hay personajes femeninos como, por ejemplo, la Mujer Maravilla, creada por el profesor en psicología William Moulton Marston, quien en los 1930’s, diera vida a esa mítica amazona – nada que ver con la versión DC Comics –, que vengaba a todo el género femenino del abuso de poder masculino, castigando severamente a los machos transgresores, lo que provocó severas críticas e infundada censura, como muy bien muestra la cinta “Professor Marston and the Wonder Women” (2017), excelente filme dirigido por ¡una mujer!, Angela Robinson, muy recomendable.

Y, por supuesto, no podía faltar la cinematografía. Vemos a avezadas heroínas vencer a las fuerzas del mal. Incluso, villanas, con tal de mostrar que pueden superar en maldad a los mimos hombres. 

Pero también hay directoras, como la mencionada Robinson, enriqueciendo con sus trabajos, un género aún dominado por hombres, por desgracia.

Justo es a través de la historia fílmica, que recordamos series televisivas como “Mujer Policía” (1974-1978), en donde el personaje principal, encarnado por la actriz Angie Dickinson, resolvía complicados casos. Podía perder la vida, pero, por su gran destreza e inteligencia, salía avante.

O están las heroínas de James Bond, enfrentándose a villanas, en momentos en los que a él, lo hacen a un lado (y ahora, se rumora que la cinta última que estelarizará Daniel Craig, será también la última en donde James Bond sea hombre. Ha pegado la exigencia femenina de que haya total igualdad hasta en esos míticos espías).

Y cómo no recordar esa serie televisiva, también de los años 1970’s, los Ángeles de Charlie, protagonizada por Farrah Fawcett, Kate Jacfkson y Jaclyn Smith, en la cual, tres chicas, dirigidas por el tal Charlie, que nunca veíamos, pero que sólo escuchábamos su voz, recibían sus instrucciones para que pudieran resolver algún caso que pusiera en peligro a la sociedad o hasta todo el planeta.

Sucedáneos de James Bond, dirán algunos. Pero a quienes vivimos la serie en su momento, nos emocionaba que esas tres lindas chicas lograran dominar a malévolos villanos, muy dispuestos a dominar al planeta.

De esa serie, se hicieron ya dos remakes, uno, en el 2000 y, otro, en el 2003, ambos protagonizados por Drew Barrymore, Cameron Diaz y Lucy Liu, con regular éxito.

Quizá sea una cuestión de nostalgia, que sólo las generaciones que vivimos las series de TV, hayamos disfrutado de esas cintas. No así los jóvenes, quienes ni siquiera sabían de aquéllas.

Y, de nuevo, apelando quizá a esa nostalgia, ahora, Sony, nos trae el remake del remake, pero en esta ocasión dirigido por Elizabeth Banks, ¡mujer!, también actriz, que la serie “The hunger games”, hiciera famosa, y protagonizado por Kristen Stewart, Naomi Scott y Ella Balinska, ésta última, dándole lo multiétnico a todo el asunto.

Y qué bueno que, siendo una cinta de heroínas, haya sido dirigida por una mujer. Quizá por eso ha sido tan criticada. De nuevo, es vituperar un trabajo femenino, ser masculinamente exigentes en exceso.

Y probablemente por esa falta de nostalgia, no hayan sido tan exitosas las versiones cinematográficas.

De todos modos, son disfrutables, si no se las ve con el rigor de los llamados “críticos cinematográficos” (que me gustaría verlos hacer una película, ¡a ver si tan buenos son!).

En la presente versión, en donde las Ángeles luchan contra un traidor de la organización, que pretende apoderarse del mundo por medio de un dispositivo cibernético, las peleas entre mujeres y hombres, se presentan muy convincentes, al tú por tú, éstos, pegándoles a ellas como si fueran hombres, pero, éstas, no dejándose, respondiendo con la misma, letal violencia, tal y como sería en la vida real una pelea así, sin miramientos.

Y, cuando eso se ve, es de desearse que las mujeres hostigadas, torturadas y violadas, pudieran enfrentar así, y hasta eliminar, a tanto macho asesino que sólo busca ultrajarlas y matarlas.

Ángeles de Charlie se exhibe en salas comerciales.  

 

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Criterio del 7mo Arte... EL IRLANDES ...Por Adán Salgado Andrade

 

EL IRLANDÉS

Por Adán Salgado Andrade

A mediados del siglo XIX, se produjo una hambruna en Irlanda. Fue provocada porque la cosecha de papa se perdió, casi por completo, por una severa plaga. Más de un millón de personas murieron en 1847, el peor año de tal hambruna, pues la papa era su único alimento.

La solución para miles, para otro millón, poco más, fue la emigración. Como ya, de por sí, los irlandeses eran vistos como la peor ralea en Inglaterra, la misma percepción existía en otros países europeos, por lo que la solución ideal fue, para muchos, emigrar a Estados Unidos, “país de las oportunidades”.

Y allí se fueron la mayoría de los que emigraron de Irlanda. Llevaron todo, incluso, su muy particular forma de “celebrar” el Halloween, cometiendo todo tipo de delitos y atrocidades los jóvenes inmigrantes irlandeses, quienes atacaban granjas, arrancaban las cosechas de calabazas, destruían cercas y otras “travesuras”.

Pero, fuera de eso, los irlandeses eran muy apreciados por su gran capacidad de adaptación y resistencia, considerados como muy trabajadores y emprendedores. En la novela de la escritora estadounidense Margaret Mitchell (1900-1949), Lo que el viento se llevó (Gone with the wind), publicada en 1936, el personaje principal, Gerald O’Hara, su hija Scarlett, y el resto de la familia, son inmigrantes irlandeses, identificados por todos sus amigos y conocidos, como “gente muy trabajadora y tenaz”, capaz de vencer cualquier obstáculo, incluso el que los “despreciables” yanquis, como así consideraban a los norteños, les hayan arrebatado sus tierras para entregarlas a los más despreciables “negros”. Scarlett regresa a lo que había quedado de la granja de su padre para sacarla adelante. En otra novela, Christy, de la escritora, también estadounidense, Catherine Marshall (1914-1983), publicada en 1968, sobre los recuerdos de su madre, Christy, cuando ésta trabajó como maestra rural en las montañas de Carolina del Norte y Tennessee, conocidas como las Great Smoky Mountains, se menciona que los habitantes de Cutter Gap, remoto y casi inaccesible pueblo ubicado entre tales montañas, la gente había logrado sobrevivir, gracias a que todos eran descendientes de irlandeses. “Ni las enfermedades, ni la pobreza, ni el hambre, habían logrado vencer su indomable espíritu”, dice en alguna parte Christy, de esas personas que acostumbraban a caminar con los pies descalzos, como si nada, sobre la nieve.

Y, claro, muchos irlandeses, empujados por la pobreza, se inmiscuyen con las mafias, italianas, la mayoría, hasta que también crean sus propias mafias. Eso lo podemos ver en cintas como Érase una vez en América, de 1984, dirigida por el italiano Sergio Leone (1929-1989) o Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), de Martin Scorsese, emblemático director estadounidense, de la talla de Francis Ford Coppola o Stanley  Kubrick (1928-1999). En ambos trabajos, personajes de ascendencia irlandesa o ítalo-irlandesa son los, digamos, héroes malos de la película.

En The Irishman (El irlandés),  la más reciente cinta de Scorsese, es, justamente, un irlandés el personaje principal. El filme, inspirado por la novela I Heard You Paint Houses, escrita por el estadounidense Charles Brandt, lleva también ese otro título “Escuché que pintas casas”, pues cuando el sicario asesinaba al elegido, le disparaba a quemarropa a la cabeza, y la sangre resultante de las perforaciones, salpicaba las paredes. Era el código de la mafia para referirse a un matón.

Basada en la vida del sicario Frank Sheeran, de origen irlandés, narra la vida de este camionero que, por uno de tales golpes o encuentros de la vida, conoce circunstancialmente a Russell Bufalino, jefe de una mafia de Pensilvania. Y de ese encuentro “providencial”, vemos desarrollarse la vida de Sheeran, como matón de Bufalino, líder de una división de los Teamsters de Jimmy Hoffa – quien llegó a dirigir el sindicato de camioneros más importante de Estados Unidos – y devoto padre de familia. La mayor de sus hijas, Peggy, deja de hablarle, pues se da cuenta de que su padre es un simple matón. En una escena, en la que Frank habla con Dolores, otra de sus hijas, le dice que todo lo que hasta ese momento había hecho era “para mantener segura a ustedes, mi familia”, pues, a pesar del escepticismo que muestra Dolores, en efecto, muchas veces la seguridad y la vida de la familia de Frank, dependían de que hiciera todos los trabajos que le encomendaba la mafia.

A diferencia de otros capos, Frank Sheeran pudo llegar a una vejez feliz, no ser asesinado a temprana o mediana edad. Justamente comienza narrando todas sus vivencias al calor de un asilo, sentado en una “confortable” silla de ruedas. Eso es poco común en un matón, mucho menos en uno que Hollywood rescató para convertirlo en cinematográfico personaje.

El Irlandés, se exhibe en Cinemanía, Cineteca Nacional y Netflix.

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Criterio del 7mo Arte... DARK FATE...Por Adán Salgado Andrade

 

DARK FATE

Por Adán Salgado Andrade 

El tiempo, una dimensión, una paradoja, una quimera, lo perdido, lo que hubiera sido, pero no fue. Y, por esa razón, de pensar en corregir el “si hubiera sido así”, el hombre ha fantaseado con viajar por el tiempo.

Herbert George Wells (1866-1846), escribe en su novela “The Time Machine”, publicada en 1895, sobre un mecanismo que permitía viajar por el tiempo, con toda precisión. Se traslada a futuras épocas y en una de ellas halla a los Morlocks, peligrosos seres, que era en lo que se transformaron los trabajadores. Y también halla a los Eloi, elegantes niños que comen frutas y viven en edificios deteriorados. Y, en su ir y venir, hasta altera los acontecimientos. Eso también lo vemos en filmes como la serie de “Back to the Future” (Volver al futuro), estrenados sucesivamente en 1985, 1989 y 1990, dirigidos por Robert Zemeckis, en donde un auto, un, para esa época, muy apreciado DeLorean, es adaptado por el doctor Emmet Brown (Christopher Lloyd), para que pueda llevar por el tiempo a Marty McFly (Michael J. Fox), quien, cada que incursiona en el pasado, cambia el futuro, a veces favorablemente, a veces, no, mostrando que no sería tan fácil volver a los viejos tiempos sin trastornar lo que vivimos. Por cierto, Fox padece actualmente Parkinson. Quizá él mismo quisiera cambiar el pasado para deshacerse de las circunstancias que lo llevaron a adquirir ese inhabilitante mal.

Otra cinta, “The Butterfly Effect”, del 2004 (El efecto mariposa), dirigida por Eric Brees y J. Mackye Gruber, muestra que una mínima intrusión en el pasado provocaría devastadores efectos en el futuro. En otro, Groundhog Day, de 1993 (El día de la marmota), dirigido por Harold Raims, Phil Connors (Bill Murray), va aprendiendo del loop temporal en que se encuentra atrapado y que lo lleva a repetir la misma rutina todos los días.

Y, así, abundan los libros y filmes sobre lo que implicaría viajar por el tiempo, sin, hasta la fecha, estar seguros si realmente es posible viajar por esa, unos llaman, dimensión. Y se han hecho congresos de deseosos de que eso, en efecto, sea posible. Y han esperado, muy ansiosos, a que alguien que venga del futuro, llegue a esos auditorios y les diga que viene de tal futuro… ¡pero nadie ha llegado hasta el momento!

Por supuesto, abundan “testimonios” de personas que aseguran venir de otros tiempos, pasados o futuros, pero mientras no sean constatados científicamente, no pasan de ser meras fantasías de youtuberos ávidos de tener muchos likes.

Como quiera, no es problema, pues las paradojas temporales se siguen planteando en filmes como Dark Fate, dirigido por Tim Miller, que sería, al decir del productor James Cameron, el tercero oficial de la zaga de Terminator, creada por éste, en 1984, con el primer filme, Terminator I.

Se creía que con Terminator II (1991), ya habrían concluido las amenazas de máquinas asesinas, creadas con la nefasta inteligencia artificial, aplicada a la guerra, en la forma de Skynet. Eso, porque gracias a que Sarah Connor y el Terminator alterado en el futuro por su hijo, John Connor, lo salvan a éste de morir por el T-1000, un avanzado Terminator de metal líquido. Pero no, resulta que eso creó otro futuro, uno alterno.

Y ahora es a un modelo muy avanzado de Terminator, el Rev-9 (Gabriel Luna), enviado desde el futuro por Legion, el cerebro militar robótico, que sustituye a Skynet, en esa confusa paradoja temporal, a quien Sarah Connor y Grace (Mackenzie Davis), una humana mejorada del futuro, deben de combatir para salvar a Daniella Ramos (Natalia Reyes), la futura lideresa planetaria de la humanidad, que combatirá a la amenaza militar de locas máquinas asesinas.

Ojalá que fuera posible viajar por el tiempo, pues ¿cuántos queríamos cambiar algunas cosas del pasado?

Dark Fate se exhibe en salas comerciales.

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