Criterio del 7mo Arte... LA BRUJA Por Adán Salgado
La bruja
Por Adán salgado Andrade
El obscurantismo religioso impuso, desde la dominación del catolicismo, que cualquier mujer que destacara por sus ideas, su pensamiento, su sabiduría u otras características que la hicieran destacar y superar sobre todo a los hombres, debía de considerarse peligrosa, sospechosa de entablar pactos diabólicos con el demonio, del que, afirmaban las machistas ideas de ese misógino clero, provenían tales mujeres. Un buen ejemplo de ese miedo a la sapiencia femenina lo vemos en el personaje de Hipatia de Alejandría (370-415), matemática, astrónoma y filósofa griega, quien vivió en Egipto, cuando éste era parte del Imperio Romano Bizantino. Una de sus grandes aportaciones fue la de establecer que eran la Tierra y el resto de los planetas conocidos en ese entonces, los que giraban alrededor del Sol y no al revés, como muy erróneamente se pensaba. Además, muy precisamente, estableció que las órbitas eran elípticas, no circulares. Tómese en cuenta que la astronomía de esos años era muy rudimentaria, limitándose a conjeturas basadas en la observación astral por medio de primitivos telescopios, lo cual hace más destacable el trabajo de esa sabia mujer.
Cuando en Alejandría ya el poder católico se había ido consolidando (una vez que la cruz acabó con el imperio del Olimpo), las hordas católicas, azuzadas por conflictos de poder entre el gobernador Orestes de Alejandría y el obispo Cirilo, procesaron sumariamente a Hipatia que, bajo el cargo de practicar la brujería, fue linchada, desmembrada y sus partes arrastradas por toda la ciudad, como “escarmiento” para futuros casos del abominable ejercicio de esa diabólica actividad (la cinta “Ágora, el fin del imperio romano” de Alejandro Amenabar, describe convincentemente esa infamia histórica).
Por otro lado, también el término bruja se refiere a tantos mitos y leyendas existentes en torno a diabólicos seres feminoides que se la pasan asolando a los desafortunados que se cruzan en sus caminos, que se atreven a desafiarlas, que habitan cerca de sus macabros dominios…
En México, abundan las leyendas sobre brujas, a las que se concibe como seres que se transforman en bolas de fuego al volar y los cuales debemos temer, ya que suelen robarse a los niños para chupárselos (de allí la popular frase de se lo chupó la bruja), atacan a nocturnos caminantes que no pudieron evitar trasladarse por solitarias veredas a media noche, realizan embrujos que transforman en sapos a la gente… y muchas más atrocidades.
Las brujas, sostienen las leyendas, al transformarse, se hacen de alas, arrugan su piel, la que se torna tumefacta, verdosa y de vez en cuando se reúnen grupalmente, en solitarios, boscosos sitios, en donde practican aquelarres, paroxísticas ceremonias en las cuales se entregan a sus libidinosas, mefistofélicas prácticas, para iniciar a las nuevas, devorar niños, y coitar con el demonio, el que puede tomar la forma de negro macho cabrío, nahual u otro antropomorfo ser. Curiosamente este masculinoide personaje organiza y da sus poderes a las brujas, es decir, hasta en los mitos brujísticos, el machismo se impone.
Pero nos preguntaríamos ¿existieron o existen realmente las brujas?
En la cinta “La Bruja”, dirigida por el estadounidense Robert Eggers, se aclara que toda la trama fue realizada a partir de las leyendas y mitos que abundaron en Nueva Inglaterra en los años 1600’s, cuando apenas se formaba lo que más tarde serían los Estados Unidos. Incluso, se especifica que muchas de las frases del diálogo se tomaron tal cual de las que documentos que tienen que ver con brujería consignan.
De hecho, la cinta tiene el subtítulo de A New England folk tale, o sea, una leyenda popular de Nueva Inglaterra. Eggers, que es guionista, hizo su debut como director con esta cinta, que nos llega tardíamente, ya que fue producida en el 2015. Fue premiada en el festival de cine independiente Sundance en la categoría Mejor Director y ha recabado 30 millones de dólares, bastantes, considerando su presupuesto, de tan sólo un millón de dólares. Sí, este trabajo ha movido la fascinación o quizá el morbo en torno a las míticas brujas.
En la cinta, se cuenta la historia de una familia puritana de Inglaterra, la cual es expulsada de la comunidad por cuestiones justamente religiosas. William, el padre, decide entonces irse a vivir a un aislado sitio, cercano a un bosque, junto con su esposa Katherine, su hija Thomasin, la mayor, Caleb, el hijo que le sigue a ella, y un par de gemelos de unos seis años, Mercy y Thomas, niña y niño. Allí, Katherine da a luz al quinto hijo, Samuel, de esa prolífica familia (no habiendo mucho qué hacer, la procreadora práctica sexual era la norma).
Si ya de por sí William, por más que se esforzaba, no lograba que la tierra produjera cultivo alguno o que sus animales se multiplicaran, con el nacimiento de Samuel, las cosas comienzan a complicarse, sobre todo cuando, en una ocasión que Thomasin jugaba con el recién nacido, casi ante sus ojos éste desaparece, en pleno día.
Una muy lograda escena es la de una bruja que, desnuda, se prepara a renovar su arrugado, deformado cuerpo, con la fresca sangre del sacrificado Samuel.
Sí, la bruja se chupó al niño, se podría decir. Y no se trata de una cinta morbosamente descriptiva ni sanguinolenta (la escena referida de la bruja untándose la fresca sangre es la más sanguinolenta, en todo caso). El mérito de “La bruja” es que sin grandes efectos especiales o el abuso que ha hecho Hollywood del supuesto género de horror en donde abundan las escenas de horribles y asesinos espectros, que se dan vuelo matando y destazando, logra mantenernos en el suspenso del qué pasará con esa pobre familia asolada por la tenebrosa bruja que se robó a su lindo bebé.
Complementa la trama una excelente banda sonora, que logra inyectarnos más que un terror visual, uno psicológico, más meritorio, que no asusta sólo por escenas, sino que nos mantiene atemorizados a lo largo de la cinta.
Por último, el hecho de que la película se ambienta precisamente en los viejos tiempos, cuando más abundaban estos mitos, le da un aire de clasicismo, muy al estilo lovecraftstiano, en donde solitarios, alejados, lúgubres bosques son el ambiente ideal para que nos imaginemos a las brujas, a las que, quizá, la modernidad ha ido confinando al olvido.
“La Bruja” se exhibe en la cineteca nacional y salas comerciales.