EL LENGUAJE SECRETO DE LAS ALMAS DE MARLENE PASINI
EL LENGUAJE SECRETO DE LAS ALMAS DE MARLENE PASINI
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
Jorge Luis Borges
Por Maximiliano Cid del Prado
Licenciado en Literatura y Letras Hispánicas.
El camino del místico se erige como una catedral. Lo divino es la cimentación sobre la cual se erigen pilares de pensamiento y arcos de comunión en una danza quieta hacia lo trascendente. En la cúpula, donde se anuncian los indicios celestiales, el altar mayor recibe los cantos de alabanza y conquista. Fuerza, sabiduría y belleza: las columnas; los vitrales: la iluminación; los laberintos: los periplos de la vida humana en busca de la Verdad. Crisol de almas para forjar la Opus Magnum: la gran escala.
A través del viaje iniciático, El Lenguaje Secreto de las Almas se revela como un poemario que desentraña las etapas íntimas y transformadoras de la búsqueda desde, entre, hasta, hacia, para, por la divinidad. Cada poema actúa como una propuesta y umbral hacia un reino oculto de autoexploración y experiencia espiritual, donde las palabras se convierten en llaves que desbloquean el enigma de la existencia. Justificado por su título, el poemario se convierte en un mapa poético, esotérico y metafísico que guía a los lectores a través de los resplandores del alma; desvela las distintas conexiones místicas que resuenan en la historia humana en su intento de entender la “la otra orilla”, la geografía discontinua.
Verbum Domini
Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón
Oseas 2:14-16
El concepto del "aliento de vida" se manifiesta con distinta connotación en las distintas tradiciones de la humanidad. En el contexto hebreo, la palabra Ruah hakodesh (רוח הקודש) significa “aliento de vida” o el “espíritu de Dios”, por extensión también se entiende así al “Espíritu santo”. A lo largo del Antiguo Testamento, el Ruah hakodesh representa la esencia vital que conecta a la Creación con el Creador, por ser causa, consecuencia y presencia de la Voluntad primera.
Por su parte, la cultura griega acuñó el término Pneuma (πνεῦμα) para designar a la respiración o al viento. La idea grecolatina de "inspiración" se le atribuye a este concepto y tiene su raíz en la experiencia extática que la pitonisa de Delfos, intermediaria de Apolo, experimentaba a través de una emanación espiritual que surgía de una grieta en la tierra, provocando que emitiera sonidos interpretados como oráculos divinos. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, la palabra Pneuma es ampliamente usada como equivalente exacto al Ruah hakodesh. Se menciona al Espíritu Santo como “Pneuma” en más de un centenar de ocasiones. Los demás nombres corresponden a los cinco apelativos que el apóstol Pablo usa en sus epístolas para designar al Espíritu y a los 7 tipos (representaciones simbólicas) del mismo en el Nuevo Testamento. La autora hace uso del “pneuma divino” como motivo de su poema “ALIENTO CÓSMICO” donde las cualidades y potencias del Ruah hakodesh se hacen presentes en su lectura en tanto principio y sostén de la existencia:
ALIENTO CÓSMICO
De ese todo incognoscible
manifestación omnipresente
que en infinita frecuencia y vibración
puede percibirse
El Gran Aliento
perpetuo movimiento de todo cuanto es y existe
poder único e indivisible
en absoluta apertura y expansión
Desplegada siempre soy – eres Alma Universal
luz pura e inmaterial en este vasto fluir
retumbo inmaculado que resuena
como golpe oscuro en el misterio
De tu sístole – diástole estelar
surgió el primer pulsar del corazón de la semilla
del ritmo indisoluble de tu soplo ya fecundo
nació el primer sonido y verbo que todo ha de crear.
El árbol cósmico
Planta este árbol en el lapis (...), para que los pájaros del cielo lo habiten
y se reproduzcan sobre sus ramas; pues de allí se eleva la sabiduría.
Theatrum chemicum
El árbol cósmico es recurrente en diversas religiones, culturas y mitologías. Se le representa como un árbol de dimensiones colosales que conecta los cielos con la tierra y el inframundo a través de sus raíces, en su simbología es común encontrar aves anidando en las ramas y serpientes deslizándose en la base. Su homónimo es la del "Árbol de la Vida", que remite al jardín del Edén, o cualquier otro referente de la condición impoluta del ser humano en un lugar de abundancia y regocijo anterior a la existencia.
En la religión sumeria y otras de Oriente Medio, se mencionaba la existencia de un Árbol de la Vida que se encontraba en un lugar inalcanzable para los seres humanos y solo accesible para los dioses. En el libro de Génesis, se relata cómo Yahvéh plantó el Árbol de la Vida en el huerto de Edén, simbolizando la certeza de la vida eterna para la humanidad, sujeta condicionalmente a su obediencia frente al Árbol del Conocimiento. Sin embargo, la caída de nuestros primeros padres tuvo como consecuencia el sufrimiento y la muerte. En el libro Apocalipsis, bajo la creencia cristiana, el Árbol de la Vida reaparece como un símbolo de sanidad y vida eterna.
En el judaísmo, el Árbol de la Vida es un importante símbolo cabalístico, compuesto por 10 esferas (sefirot) y 22 senderos que representan estados que conducen a la comprensión de Dios y la creación del mundo. El Árbol de la Vida se visualiza en un árbol sefirótico, con 10 esferas conectadas por 22 senderos relacionados con el alfabeto hebreo.. Las Sefirot son diez emanaciones espirituales en la Cábala, cada una con un significado específico y un orden particular: Kéter representa la corona y la voluntad divina; Jojmá es la sabiduría; Biná es la inteligencia activa; Jésed simboliza la misericordia y grandeza; Gevurá representa la justicia y fuerza; Tiféret es la belleza y estabilidad; Netsaj es la victoria sobre la muerte; Hod es la eternidad y la gloria; Yesod representa el fundamento y la generación; y Maljut es el reino y principio de las formas. Estas sefiras se conectan a través de senderos que corresponden a las letras del alfabeto hebreo y representan diversos atributos y estados.
Los sefirot pueden agruparse en tres pilares en la Cábala. El pilar derecho (Jojmá, Jesed y Netsáj) representa la misericordia y el amor, siendo un espíritu masculino y activo. El pilar izquierdo (Biná, Geburá y Hod) simboliza el juicio y la concentración, caracterizado por un espíritu femenino, material y pasivo. En el centro se halla el pilar de equilibrio, donde Kéter es el fundamento, seguido por los otros tres sefirot (Tiferet, Yesod y Malkut). Este pilar central abarca los atributos divinos supremos y el yo superior humano en el abismo cabalístico.
En su obra, Marlene Pasini retoma el simbolismo del Árbol de la Vida como representación del origen y evolución cósmica. Mediante su poesía, teje una compleja red de imágenes y conceptos que guía a los lectores hacia la exploración de realidades ocultas y la búsqueda de conexión con los enigmas del universo y las facetas internas del ser humano, explorando su conciencia en sus tres dimensiones: biológica, mental y espiritual.
ÁRBOL CÓSMICO
Desde la inmensidad
fue sembrada la gran semilla estelar
la Madre y el Padre del Cosmos
sumergidos en el embrujo del sueño nupcial
y en la unión de su luz cósmica al centro del abismo
fue gestada la almendra primigenia
de donde todo mundo planetario
plano y dimensión habrían de surgir
Y allí en esa gran semilla
contenido estaba el sagrado canto
del primer fruto universal
Al vislumbre que brilla en oro
de todo acto estelar
la alquimia ha sido posible
y la semilla ahora es árbol
es esencia de abedul – pino – ciprés
es eco de bosque que trasciende
toda forma fugaz y oscura de los limbos
es memoria ancestral
primer fórmula matemática
inaugural frecuencia de los nombres
del Padre –Madre cósmicos.
En sus raíces van inscriptos
los códigos secretos del primer lenguaje sideral
melodía mística que suena con un latir y poder
en las aristas eternas del amor
En el centro y anclado
a la sombra silente y hechizada
del tan soñado Paraíso
el árbol de eternidad y vida
se mantiene incólume
como un gran Templo de información
Arcano talismán
alianza faro y perfección
laberinto de sueños que a su sombra
se desliza una fragancia de manzana
un vértigo de sonido ilimitado
por las olas milagrosas de los vientos
que atraviesa su ramaje
Voz del sicomoro y de la ceiba
aliento cósmico del cedro
la primera pirámide del mundo
la ruina más antigua
la quimera ancestral fraguándose en el alma
Entre sus frondosas ramas
un cósmico danzar de alas
pulsa en potencial verdor
un canto manifestado y proyectado
por el alfabeto misterioso de los pájaros arcanos
que abre y despierta toda consciencia original
entregando así el primer gran Libro de la luminosa Eternidad.
Mercurius Trismegistus
Quod est superius est sicut quod inferius,
et quod inferius est sicut quod est superius.
Hermes Trismegisto, el tres veces grande, el tres veces nacido, es una figura legendaria del período helenístico que fusiona al dios egipcio Thot y al dios griego Hermes. Uno de los tratados más destacados asociados es el Corpus hermeticum, colección de 24 textos griegos sagrados que abordan temas como la naturaleza divina, el Cosmos, la caída del Hombre, la Verdad, el Bien y la Belleza en las creencias esotéricas. Además, se le atribuye la creación de la Tabla de esmeralda donde condensa el arte de la Gran Obra, objetivo principal de la alquimia, en un mensaje simbólico que requiere trascender la limitación racional y dominar la hermenéutica del Símbolo para acceder a su significado y lograr la perfección en esta ciencia oculta. Trismegisto, asociado con la magia y la astrología, gozaba de gran crédito en la Edad Media y el Renacimiento. Aunque Isaac Casaubon, calvinista y erudito francés, cuestionó su antigüedad, la tradición hermética sigue siendo influyente hasta el día de hoy en las disciplinas esotéricas y filosóficas, por su propuesta de conocimiento analógico entre lo divino y lo terrenal. En el poema “EL REENCUENTRO DE LAS LLAMAS” la autora destaca la influencia de esta figura para el hermetismo y esoterismo, explorando su papel como mensajero del conocimiento. A través de símbolos como "Tres veces el grande" y el descenso de los cielos, el poema aborda la iluminación espiritual y la búsqueda de unidad cósmica.
EL REENCUENTRO DE LAS LLAMAS
Le llaman: "Tres veces el grande"
bajó desde los siete cielos
para entregar al mundo
la llave del conocimiento
Aún todo era oscuridad
entumecida noche en cósmico epitelio
Como aves misteriosas
las palabras del Creador revolotearon
“Setenta veces siete” fueron recitados mantras
el fuego eterno ardió al pulso de su órbita de origen
y allí fue nuevamente el encuentro de nuestras almas
bajo el pacto que hicimos desde el origen de los tiempos
Fuimos otra vez
la unidad que había estado perdida
la raíz omnipresente que había sido dividida
fuimos rostros sin carne
con retinas fisuradas en las heridas del exilio
conexiones ahora fluyendo en la pasión de nuestras llamas
recuerdos nebulosos de memorias neuronales
el sabor a miel en la soledad de nuestros sueños
veladuras de lo oscuro al claro nuestras almas
espejos luminosos
noches – días
coincidencias
sincronías
soles ardiendo en las metáforas del tiempo.
Eternidad
Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido.
Apocalipsis 21:1-3
“Eternidad” de Marlene Pasini plantea una lectura en la que se entretejen los conceptos de temporalidad y permanencia como una antítesis. Engarzado en una alegoría de lo Eterno, la concepción de un retorno inexorable en el flujo del tiempo hacia un estado de auténtico amor y unidad espiritual se va diversificando en distintos arquetipos hasta el final del poema. A través de la metáfora del sueño, en donde el dormir es vivir y el morir es el despertar, se evoca un territorio con una geografía distinta, una realidad trascendente donde la presencia divina se manifiesta el cimiento invisible que sostiene la estructura de la creación. La propuesta de Pasino puede ser interpretada como una representación de la búsqueda humana de un sentido perdurable y una conexión profunda con el cosmos.
La referencia inmediata es la Nueva Jerusalén, mencionada en la Biblia. La Ciudad de Dios representa una reconstrucción tanto física como espiritual de la Jerusalén histórica, dicha transformación es medular para el judaísmo y el cristianismo por su representación simbólica. Destacada en el Apocalipsis, influye en la escatología y teología, en tanto que los profetas mayores y menores anticipan una nación que experimentará su destrucción antes de ser un lugar de reinado divino sobre las naciones, mostrando la soberanía, el amor y la promesa de Dios para con su pueblo.
En el judaísmo, la concepción de la Nueva Jerusalén abarca diversas interpretaciones. Estas incluyen tanto el reino de Dios y su Mesías en la tierra como un reino celestial con sus potencias y una creación restaurada o un mundo renovado. Ésta última busca armonizar la restauración física y espiritual proponiendo un reino terrestre mesiánico seguido por un reino eterno en una creación nueva, con Jerusalén como capital. La duración del reino intermedio varía según diferentes interpretaciones de los talmid jajamim, el término más honorable que se le puede atribuir a una persona estudiosa de la Torá, con una permanencia de 400, 40 o 7 días, equivalentes a 7000 años para Dios. La idea de un reino mesiánico de 1000 años fue retomada en el Apocalípsis de Juan y con ellos se instaura una nueva idea de la Tierra Santa.
En el cristianismo, la concepción de la Nueva Jerusalén se diversificó en tres modalidades. La corriente judaizante, representada por autores como Cerinto y Papías de Hierápolis, imaginaba un reino de Cristo en una futura Jerusalén terrenal. La perspectiva espiritualizante, adoptada por Pablo y otros, se centraba en la "Jerusalén de arriba" como una ciudad celestial. Por otro lado, la concepción joánica del autor del Apocalipsis reaccionó contra las ideas paulinas y la visión judía, presentando una Jerusalén que "baja del cielo", espiritualizada y litúrgica, en un esfuerzo de síntesis entre lo material y lo espiritual, retomando así la factura original hebrea.
Por otro lado, la autora hace mención del océano cósmico o río celestial, motivo mitológico en diversas culturas y civilizaciones, representando un cosmos envuelto por aguas primordiales. En las cosmogonías de antaño, estas aguas inicialmente llenan el universo y dan origen al mundo de los dioses, separándose para crear un espacio habitable. Ejemplos incluyen a Nammu en la mitología mesopotámica, Apsu y Tiamat en Babilonia, y Nun en la mitología egipcia. Influenciando la concepción hebrea y griega, la Torá habla de “una
tierra desorganizada y vacía” cubierta por las aguas, donde luego el espíritu de Dios separa las aguas para crear el mundo. La mitología griega personifica las aguas como dioses, como Océano y Tetis. Aristóteles y Platón también abordan esta tema.
Por su parte el akasha, término sánscrito que se traduce como 'éter', 'espacio' o 'cielo', ocupa un papel fundamental en la religión hinduista. Es considerado el primer elemento material creado por el dios Brahmá y forma parte de los cinco grandes elementos del hinduismo, junto con aire, fuego, agua y tierra. Su característica principal es el sonido (sabda en sánscrito), y es concebido como la quinta sustancia física en las doctrinas hinduistas niaiá y vaisesika, así como en la escuela samkhia, donde es atribuido como el sustrato del sonido y la sustancia física eterna, omnipresente.
ETERNIDAD
Desde el principio de los tiempos
supimos que volveríamos a encontrarnos
al tiempo del verdadero amor
y la unión sagrada de las almas
Como sueño eterno
una tierra se vislumbra ante nosotros
vestigio de una invocación mágica
el rito poderoso de una leyenda antigua
que nos seduce y nos persigue
con su recuerdo y sus cánticos
bajo la clara sombra de todas las visiones
Lo que queremos ver… lo vemos
con el ojo interno que nos fue otorgado
en el Reino primigenio donde una vez
fuimos completa unidad en el Gran Océano Cósmico
Como un sueño oculto en el ayer
hoy se manifiesta así de simple y claro
como la visión colorida del profeta
en los bellos e inmensos campos florecidos
Tierra soñada que vuelve a nosotros
como una danza de estrellas en los cielos
por un tiempo… es verdad….
estuvo oculta y se mantuvo solitaria
en los mundos invisibles de los registros del Akasha
Pero el latir del sacro amor en el ahora
resplandor de la fragancia de la rosa prometida
que el centro de nuestro corazón destila
en el círculo del tiempo y del renacimiento
nos prepara para lo que ha de venir
más allá de la eternidad
Recuerdos reflejados
en las aguas primigenias del pasado
recuerdos del sentir que hoy nos guían
y que iluminan nuestras vidas
abriéndose por fin el portal tan esperado
y activando así la luz que detrás del velo está
Unidos en la llama de la verdad estelar
tú sabes quien eres en mí
yo sé quien soy en ti
fuego del Fénix ardiendo siempre en unidad.
El lenguaje secreto de las almas
El poemario de Marlene Pasini irrumpe el escenario de la literatura mexicana abrevando de una tradición particular: la mística mexicana escrita por mujeres. La corta, pero intensa, cauda de este género cuenta con asombros y resplandores que van desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta Elsa Cross, Verónica Volkow, Minerva Margarita Villarreal, Carmen Nozal, Graciela Noyola, entre otras. Destacada comunicóloga, escritora, poeta, editora, artista visual y directora cultural, y ahora, Marlene Pasini ha dejado una huella profunda en el ámbito literario y cultural en México y el extranjero, con 15 libros publicados y múltiples premios y reconocimientos. En esta ocasión comparte lenguaje con la tradición sagrada desde donde explora la profundidad de los caminos espirituales.
A través de El lenguaje secreto de las almas, la autora navega entre conceptos que han perdurado a lo largo de la historia en torno al camino iniciático. El Verbo Creador, enraizado en diversas tradiciones que revela la creación como resultado de fuerzas activas ligadas al poder del lenguaje y la palabra; la Madre Cósmica, la matriz primordial de la creación y encarna la interconexión entre la humanidad, la naturaleza y el cosmos; el Sacrificio Ritual, medio y mensaje entre los planos espiritual y terrenal, mantenimiento y renovación; el Tercer Ojo o la percepción más allá de los sentidos físicos, la apertura a niveles profundos de conocimiento; el Eterno Retorno que desafía la noción lineal del tiempo y sugiere que el Ser se repite en ciclos infinitos; el Chamanismo, práctica espiritual primigenia en la que se enfatiza la conexión entre la humanidad, la naturaleza y el mundo espiritual a través de rituales, el éxtasis los y viajes trascendentes: la diosa Gaia o la interdependencia de todos los seres vivos y el equilibrio ecológico en la Tierra; Finalmente el Lenguaje Profético, presente en textos sagrados y visiones espirituales que se percibe como una comunicación directa con lo divino, revelando aspectos ocultos de la realidad en un tiempo retroflejo donde el pasado es el futuro.
Titus Burckhardt comenta en Principios y métodos del arte sagrado[1] que no existe arte sagrado con formas profanas, y que “su fin último no es evocar sentimientos o transmitir emociones; es un símbolo (…) cuyo objeto real es inefable. Es de origen angélico porque sus modelos reflejan realidades supraformales”. La obra del poeta místico, el poema, comparte las mismas características que el arte sacro.
La locución latina aliquid stat pro aliquo señala la dimensión relacional del signo: un objeto presente se relaciona con otro ausente: todo es otra cosa. Un signo no es tal a menos que sea interpretado como tal, y su carácter referencial puede existir independientemente del objeto al que hace referencia, manteniendo su relación incluso si no existiera dicho objeto. A lo largo de la historia, han surgido diversas concepciones y definiciones del signo, considerándolo como un fenómeno histórico, cultural, iniciático y social. Los signos reflejan la realidad del ser y permiten representar y comunicar ideas de forma más o menos velada. Además de ofrecer información sobre la realidad, los signos también actúan como interpretaciones de dicha realidad, formando una hermenéutica de lo representado. La percepción del ser, ya sea real, conceptual o imaginado, inicia un diálogo del individuo con su entorno, implicando apropiación e interpretación. Este diálogo, en el caso de un artista, consiste en una apuesta hacia el otro.
Generalmente la experiencia mística consiste en una unión íntima con un Otro distinto a nosotros mismos. La experiencia de relación con lo Otro es siempre una unión trascendente que se presenta como reveladora de lo que existe bajo los distintos modos de lo real: el misticismo es la vía de unión con lo otro y en la otredad está la revelación: yo soy otro, yo soy en el otro. Paul Valery menciona en una de sus conferencias que el poema busca “reconstituir en nosotros esa emoción poética que designa el primer sentido de la palabra”. La obra literaria, el poema, no se define mediante sí mismo, mediante el autor o su época, sino mediante el lector: todo es otra cosa, la experiencia estética se concibe solamente en función del otro.
Si el Yo se niega para encontrarse y definirse por medio del Otro, donde mi conciencia es la conciencia del otro, y nuestra conciencia compartida es el Ser, la mística es la mejor manera de hablar de la Divinidad. En El lenguaje secreto de las almas se establece el doble juego del lenguaje. Marlene Pasini construye y reconstruye las relaciones analógicas y metafóricas entre lo físico y lo metafísico. Diálogo trascendente entre lectora y autora, entre la realidad e irrealidad divina situado todo en la geopoética pasiniana.
CDMX, 2023
[1] Burckhardt, Titus. Principios y métodos del arte sagrado. Buenos Aires: Ediciones Lidium, 1982. 1-3.