Criterio del 7mo Arte... EL IRLANDES ...Por Adán Salgado Andrade

 

EL IRLANDÉS

Por Adán Salgado Andrade

A mediados del siglo XIX, se produjo una hambruna en Irlanda. Fue provocada porque la cosecha de papa se perdió, casi por completo, por una severa plaga. Más de un millón de personas murieron en 1847, el peor año de tal hambruna, pues la papa era su único alimento.

La solución para miles, para otro millón, poco más, fue la emigración. Como ya, de por sí, los irlandeses eran vistos como la peor ralea en Inglaterra, la misma percepción existía en otros países europeos, por lo que la solución ideal fue, para muchos, emigrar a Estados Unidos, “país de las oportunidades”.

Y allí se fueron la mayoría de los que emigraron de Irlanda. Llevaron todo, incluso, su muy particular forma de “celebrar” el Halloween, cometiendo todo tipo de delitos y atrocidades los jóvenes inmigrantes irlandeses, quienes atacaban granjas, arrancaban las cosechas de calabazas, destruían cercas y otras “travesuras”.

Pero, fuera de eso, los irlandeses eran muy apreciados por su gran capacidad de adaptación y resistencia, considerados como muy trabajadores y emprendedores. En la novela de la escritora estadounidense Margaret Mitchell (1900-1949), Lo que el viento se llevó (Gone with the wind), publicada en 1936, el personaje principal, Gerald O’Hara, su hija Scarlett, y el resto de la familia, son inmigrantes irlandeses, identificados por todos sus amigos y conocidos, como “gente muy trabajadora y tenaz”, capaz de vencer cualquier obstáculo, incluso el que los “despreciables” yanquis, como así consideraban a los norteños, les hayan arrebatado sus tierras para entregarlas a los más despreciables “negros”. Scarlett regresa a lo que había quedado de la granja de su padre para sacarla adelante. En otra novela, Christy, de la escritora, también estadounidense, Catherine Marshall (1914-1983), publicada en 1968, sobre los recuerdos de su madre, Christy, cuando ésta trabajó como maestra rural en las montañas de Carolina del Norte y Tennessee, conocidas como las Great Smoky Mountains, se menciona que los habitantes de Cutter Gap, remoto y casi inaccesible pueblo ubicado entre tales montañas, la gente había logrado sobrevivir, gracias a que todos eran descendientes de irlandeses. “Ni las enfermedades, ni la pobreza, ni el hambre, habían logrado vencer su indomable espíritu”, dice en alguna parte Christy, de esas personas que acostumbraban a caminar con los pies descalzos, como si nada, sobre la nieve.

Y, claro, muchos irlandeses, empujados por la pobreza, se inmiscuyen con las mafias, italianas, la mayoría, hasta que también crean sus propias mafias. Eso lo podemos ver en cintas como Érase una vez en América, de 1984, dirigida por el italiano Sergio Leone (1929-1989) o Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), de Martin Scorsese, emblemático director estadounidense, de la talla de Francis Ford Coppola o Stanley  Kubrick (1928-1999). En ambos trabajos, personajes de ascendencia irlandesa o ítalo-irlandesa son los, digamos, héroes malos de la película.

En The Irishman (El irlandés),  la más reciente cinta de Scorsese, es, justamente, un irlandés el personaje principal. El filme, inspirado por la novela I Heard You Paint Houses, escrita por el estadounidense Charles Brandt, lleva también ese otro título “Escuché que pintas casas”, pues cuando el sicario asesinaba al elegido, le disparaba a quemarropa a la cabeza, y la sangre resultante de las perforaciones, salpicaba las paredes. Era el código de la mafia para referirse a un matón.

Basada en la vida del sicario Frank Sheeran, de origen irlandés, narra la vida de este camionero que, por uno de tales golpes o encuentros de la vida, conoce circunstancialmente a Russell Bufalino, jefe de una mafia de Pensilvania. Y de ese encuentro “providencial”, vemos desarrollarse la vida de Sheeran, como matón de Bufalino, líder de una división de los Teamsters de Jimmy Hoffa – quien llegó a dirigir el sindicato de camioneros más importante de Estados Unidos – y devoto padre de familia. La mayor de sus hijas, Peggy, deja de hablarle, pues se da cuenta de que su padre es un simple matón. En una escena, en la que Frank habla con Dolores, otra de sus hijas, le dice que todo lo que hasta ese momento había hecho era “para mantener segura a ustedes, mi familia”, pues, a pesar del escepticismo que muestra Dolores, en efecto, muchas veces la seguridad y la vida de la familia de Frank, dependían de que hiciera todos los trabajos que le encomendaba la mafia.

A diferencia de otros capos, Frank Sheeran pudo llegar a una vejez feliz, no ser asesinado a temprana o mediana edad. Justamente comienza narrando todas sus vivencias al calor de un asilo, sentado en una “confortable” silla de ruedas. Eso es poco común en un matón, mucho menos en uno que Hollywood rescató para convertirlo en cinematográfico personaje.

El Irlandés, se exhibe en Cinemanía, Cineteca Nacional y Netflix.

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