ODA AL MÍ ACOMPAÑANTE - Sebastián Ibarra del Castillo
ODA AL MÍ ACOMPAÑANTE
Encontré un cadáver hace tiempo.
Lo levanté; no tenía sombra.
Y pensé en ti:
por primera vez me di cuenta de tu densa presencia.
Que en un cuarto no estaba solo,
que te tuve transparente
sin darme cuenta que era de ti la piedra en la superficie donde me apoyaba.
Sin importar a dónde iba, me seguías.
Me imitabas.
Eras la prueba de que ocupaba un lugar en el mundo,
un hoyo entre la luz.
¿Soñabas conmigo? ¿En qué color?
Protectora, enjauladora; quizá solo eras una ilusión.
Una nada pretendiente,
y aún así me hiciste adicto.
¿Quién hubiera sido sin ti para recordarme?
“Téjeme un buen camino y
deja que muera antes de que me abandones.”
Tan experta en el arte de serme, que dudé varias veces si no era yo quien imitaba.
Me asustaste la primera vez que me susurraste mi camino.
Ahí supe que también estabas viva;
que aunque afuera te presentabas, yacías pegada en mi intestino.
¿Quién eras?
Me respiraste, me enamoraste,
con más razón me asustaste.
Esperaba cada día angustiosamente a que llegara la noche para poder olvidarte
hasta darme cuenta que ahí más que nunca me tomabas preso.
¿El viento también soñará con escaparse del aire?
¿El viento también temerá ser escapado?
Deja que muera, sombra;
Nunca he probado la soledad, sombra.
¿Qué nombre darte?
Si volteo y veo que no estás, sabré que tampoco estaré yo.
Por Sebastián Ibarra del Castillo