Criterio del 7mo Arte... Las Hijas de Abril Por Adán Salgado Andrade
Las hijas de Abril
Por Adán Salgado Andrade
Muchas veces, el amor, aquél que se da en su obnubilada fase, hace pensar a las parejas que la consumación de tanto enamoramiento es la procreación de un hijo. Así, se creerá, esa “amorosa” nueva vida, llevará a ver en ella rasgos de los felices padre y madre. “Tiene tus ojos”, él dirá. “Su boca es igualita a la tuya”, asegurará ella. “Sacó tu inteligencia”, exclamará él. “Es igual de risueño que tú”, afirmará ella. “Sacó tu cuerpo”, enfatizará él… y así, los mutuos elogios que, inconscientemente, la feliz pareja recalcará, serán como una forma de convencerse, no tanto hacia el otro, sino hacía sí mismos, que la elección del “ser amado” fue la mejor y que el amor materializado en el hijo, hija, lo ha demostrado, y si continúa la procreación, entonces, mayor prueba de que la “amorosa” relación se mantendrá por siempre, hasta que la muerte, algún día, los separe.
Pero, ¡oh, la adversidad!, la circunstancia que nadie puede realmente evitar, toca un día a la puerta, justo como alguna vez el efímero amor lo hizo. Entonces, todos los alabos, las cualidades que se veían en la fase más dulce de la relación, quedan atrás. Una vez que el hartazgo se presenta, lo que las parejas veían como maravillosas cualidades en el o en los hijos concebidos, ahora se convierten, incómodamente, en los peores defectos del mundo. Y los decepcionados ex apasionados, parafrasearán a la inolvidable Selena y dirán “Si alguna vez dije que te amaba, hoy me arrepiento”, y renegarán de todo cuanto dijeron o hicieron y, peor aún, verán en los hijos, no una amorosa unión, sino una molesta atadura, por la cual, deberán de soportar, casi de por vida, el que se sigan viendo – claro, en caso de que acepten la pura responsabilidad de ser padres.
Por otro lado, esa “primera” decepción, muchas veces acaba con la frescura, con la candidez, con la que se emprendió el primer “gran amor de la vida”, dando lugar a acciones, inconcebibles antes, para las lastimadas o lastimados. Dirán, entonces, que fue mejor, que aprendieron de los errores, que maduraron, que harán mejor las cosas… pero, la verdad, es que no es así o no siempre. Y cada que se conoce a un nuevo prospecto de pareja, la frase de obnubilación es obligada y la que lleva, de nuevo, a creer que se halla al definitivo “amor de la vida”. Pero ¿cuántos más, amores de la vida habrán? Para los que nunca aprenden de los errores, la mayoría, quizá todos sean eso.
Como dije, incluso, con tal de hallar el “verdadero amor”, las personas se atreverán a romper con las convenciones, pecarán de audaces, como ser infieles o atreverse a hacer cosas prohibidas. Y, en esa tendencia, ya no importa si un hombre muy mayor se mete con una jovencita o que una madura mujer se haga de un joven al que mangonee como ella desee. O, peor aún, que se le robe el novio al amigo o el esposo a la hermana o la novia al padre o, más deplorable, que los padres le roben a sus hijos a sus novios.
Ya Louis Malle, en Damage (1992), proponía algo así, una irreverente relación, cuando un honorable político de alto rango, Stephen (Jeremy Irons) le roba a su hijo Martyn (Rupert Graves), a Anne (Juliette Binoche), la novia de Martyn, del que éste estaba profundamente enamorado. Terrible la escena en la que Ingrid (Miranda Richardson), la esposa de Stephen, le reprocha brutalmente que por su culpa Martyn estaba muerto (había caído del barandal del hotel, por la sorpresa de descubrir a su padre haciendo el amor con Anne) y, desgarrándose blusa y sostén, la airada Ingrid le grita “¡Esto es lo que querías, no te bastaban éstas, maldito bastardo!”. Así que la transgresión, si así podemos llamarle a esa irresponsable audacia a la que se llega con tal de seguir en la “búsqueda” del amor de la vida, conduce a casos tan extremos como el que propone Malle.
En “Las hijas de Abril”, cinta mexicana del, muy polémico, director Michel Franco, se teje una historia en los tenores mencionados. Abril es una española en sus cincuentas, que tiene dos hijas, de dos padres distintos, las que viven en una casa que ella les dejó en Puerto Vallarta. La mayor, Clara, de 34 años, es una solitaria, tímida mujer sin pareja, resignada a ello, que gravita en su existencia, atendiendo su negocio de copias. Valeria, su hermana de 17 años, es más precoz que Clara, sostiene un “apasionado” noviazgo y a esa edad, ya se embarazó. No desea que Abril se entere, por el temor de si su madre se enojará. Pero Clara sí le avisa, por el temor de que ella no pueda ayudar a su hermana con el embarazo, más aún porque el novio de Clara es un inmaduro adolescente y, encima, que los padres de éste, no están de acuerdo con la relación.
Abril llega, muy dispuesta a ayudar y, para alivio de Valeria, aquélla le asegura que está contenta de que esté embarazada. Y, como buena abuela, se encarga de todo. Incluso, de atreverse a dar en adopción a la bebé de Valeria, objetando que ni ella, ni su novio, tienen edad suficiente para asumir las responsabilidad de criar a un hijo. Muy dolida, Valeria rompe la relación con su madre.
Pero Abril, también transgrede, atreviéndose a lo que, moralmente, no se debería de hacer, todo por “amor”.
Michel Franco, debutó con “Después de Lucía” (2012) , un drama sobre el problema del hostigamiento escolar, el así llamado bulling, que está llegando a escandalosos niveles, llevando, incluso, en muchos países al suicidio de quienes lo padecen. La cinta es cruda, hasta en su final.
Franco posee habilidad para abordar polémicos temas, como los que, muy seguramente, a muchos incomodarán y sacudirán moralmente en “Las hijas de Abril”.
Las hijas de Abril se exhibe en Cineteca y salas comerciales.