Criterio del 7mo Arte... La Cuarta compañía...Por Adán Salgado Andrade
La Cuarta Compañía
Por Adán Salgado Andrade
La corrupción en México es una funesta herencia colonial. Sus primeros orígenes se remontan a los tiempos en que los mercenarios que llegaron a someter a los antiguos mexicanos, rindieron lealtad al rey de España a cambio de una porción de las tierras, de los sometidos hombres y de los cuantiosos recursos hallados. Después, ya durante la Colonia, los puestos públicos se debían de comprar, arraigada costumbre que aún existe – se compran plazas en oficinas públicas, por ejemplo. La iglesia también exigió su parte del botín, tan fácilmente ultrajado, imponiendo un diezmo para todo, tanto como “limosna”, así como para cobrar cuanto lo que su “espiritual labor” proporcionaba. Y de ser una costumbre, tanto entre empleados, clérigos, encomenderos y tanto truhan que fue destruyendo y deformando la antigua grandeza anahuaca, se fue convirtiendo en un factor político de “estabilidad”, que se enraizó en prácticamente todos los ámbitos de la mestiza sociedad colonial.
Y ese nefasto elemento sigue entre nosotros, ahora conocido como corrupción. A unos, les afecta, a otros, los beneficia con creces. En este país, las mafias políticas y las represivas – ejército, marina y policías – son quienes principalmente gozan de las mieles de la galopante corrupción, la que, como señalo antes, es un factor de estabilidad política. Y así como se dice que “sin maíz, no hay país”, se puede afirmar categóricamente que “sin corrupción, no hay país”. Y esa corrupción ha estado entre nosotros, ha formado gran parte de nuestra historia y nunca se irá, aunque se prometa que se extirpará, pues es ya un rasgo innato del mexicano.
Como dije, la corrupción ha sido parte de los cuerpos policiacos, los que están para “cuidar el orden público” y no para “morder”, como dice el vox populi. Pero ha habido épocas en que la corrupción policiaca, sobre todo en la capital del país, llegó a niveles insoportables. Una de tales épocas fue durante el sexenio de la “abundancia” de José López Portillo (1976-1982), cuando el mando policiaco corrió a cargo de Arturo Durazo Moreno, mejor conocido como el “Negro Durazo”, mote que no le incomodaba a ese obscuro personaje, quien fue ascendiendo en la estructura de mando policial, no por sus méritos, sino por sus delincuenciales arreglos, que incluían no sólo corruptos tratos, sino hasta homicidas acciones.
Fue la época en que desde el policía de crucero, hasta motociclistas, patrulleros, grueros… sin importar el puesto de mando, podían y debían “morder” a los indefensos ciudadanos por cualquier pretexto, fuera o no legal, estuviera o no en el “reglamento”, intimidando, empleando la impunidad y la prepotencia para hacer de las suyas. Y las “mordidas” debían de contemplar no sólo la ganancia personal, sino el “moche” que se le debía de dar al mando superior, el que a su vez debía de “cuadrarse” con su jefe y así, hasta llegar al “mero mero”, el jefazo, el Negro Durazo. Y tanta cadena de “cuotas” se veía reflejada en la personal fortuna de tan, valga la redundancia, negro personaje, quien hasta se mandó a construir tres costosas mansiones, dos en el Ajusco, a todo lujo, y una más en Zihuatanejo, en clásico estilo griego, que le mereció el apodo de el “Partenón”, en donde eran organizadas fiestas a todo lujo, sin reparar en gastos, en donde sexo, drogas y alcohol corrían a granel.
Pero Durazo tuvo otros “negocitos” y uno de ellos es justamente el que aborda la cinta “La 4ª Compañía”, 2016, una coproducción México-España, dirigida por Amir Galván y Vanessa Arreola. Este filme se centra en la historia que tuvo lugar en el penal de Santa Marta Acatitla, en donde, bajo las órdenes del “Negro”, se formó un equipo de futbol americano para, vaya ironía, que los internos practicaran una actividad deportiva que les ayudara más eficientemente a su “reinserción social”. Así, se fueron seleccionando los más capaces físicamente para formar parte del equipo, que dio en llamarse “Los Perros”. Y se esforzaron tanto, que comenzaron a ganar a equipos rivales. Pero Durazo no sólo tenía contemplado que Los Perros fueran excelentes jugadores de fútbol americano, sino, también, que mantuvieran activas sus habilidades delincuenciales. Por las noches, los más hábiles tenían permitido salir para robar bancos, autos, joyerías… y tenían que “caerse” con la “mochada” para el general Durazo.
En una parte de la cinta, Durazo reclama a sus compinches, quienes regentean la prisión, que van a tener que subir la “cuota de autos robados”, además de que exigía puro “Grand Marquis”. Vaya si era refinado en sus gustos el Negro, además de muy exigente en las cuotas que le debían de dar. Y, claro, todo bajo la venia de la mafia priísta en el poder, la que, igualmente, gozaba de las mieles de la galopante corrupción, que en el sexenio de la abundancia, no tuvo límites.
“La 4ª Compañía” se exhibe en Cineteca Nacional, Cinemanía, La Casa del cine y salas comerciales.