SHOCK... Cuento por Adán Salgado

Written by Super User. Posted in Literatura

Ilustración: Viridiana Pichardo Jiménez

 

SHOCK

Por Adán Salgado Andrade

 

Mahmoud caminaba junto a su familia. 

A sus cuatro años, sin haber comido lo suficiente durante dos días, no podía hacerlo tan rápido.

Yashima, su madre, lo tomaba de la mano, casi jalándolo, llevando ella una mochila al hombro.

Su padre, Abdul, caminaba rápido, a pesar de igualmente no haber comido lo suficiente. Llevaba un par de bultos en sus manos, conteniendo algunas de las escasas pertenencias que pudieron recoger del campo de refugiados en donde habían estado.

Las otras tres hijas, que formaban el total de la familia, Sherezade, Mahsa y Zoleida, igualmente caminaban rápido.

Más personas, iban en esa procesión hacia Khan Yunis, que era en donde los judíos les habían ordenado reubicarse.

Ya lo habían hecho siete veces, en todo ese tiempo de invasión, de un verdadero genocidio, como todos pensaban que eran víctimas de esa matanza irracional.

Abdul, quien hasta antes de la invasión había sido un exitoso ingeniero en sistemas, que ya hasta un nuevo departamento había adquirido en la ciudad de Gaza, veía, con mucha tristeza, impotencia coraje… a lo que los asesinos los habían reducido, a andar vagando por toda Gaza, buscando un nuevo refugio cada que recibían la orden de desalojar en el que estuvieran, pues “va a ser bombardeado y por su propia seguridad, deben de evacuarlo”, como decían las órdenes escritas en los volantes que les caían del cielo, aventados por helicópteros judíos.

Y no les daban mucho tiempo, a lo más, un par de horas o menos.

Por eso iban tan de prisa todos en esa procesión de gente con las caras tristes, famélicos, temerosos de morir por los incesantes bombardeos, sus miradas vacías, caminando sólo por gravedad, pues ¿qué más podían hacer?, si los judíos los habían dejado sin objetivos, sin digna existencia, sin proyectos, sin planes… ¡sin futuro!

Pero mientras estuviera su familia directa, pensaba Abdul (ya habían sido asesinados todos sus hermanos, hermanas, sus tíos y su madre en bombardeos, que su padre, Yasser, no había sufrido, por fortuna, pues había muerto hacía dos años), tenía que seguir adelante, mostrarse fuerte ante ellos, pues era la cabeza de la familia, no podía flaquear.

-Vamos, vamos, familia, sigamos avanzando, nos dijeron que nos darían dos horas, así que tenemos tiempo suficiente para alejarnos y dirigirnos a Khan Yunis…

Se preguntaba también Abdul si eso, lo del ataque de Hamas, no habría sido planeado, pues nunca se había dado una respuesta tan brutal, genocida y asesina por parte de los judíos.

Muchos decían que Hamas había sido creado por aquéllos. Lo decía Yasser Arafat, que era “la

criatura de Israel”.

Y era algo que siempre había creído Abdul, así, como cuando se dijo que Osama bin Laden había sido adiestrado por la CIA, para efectuar atentados, como los de las Torres Gemelas en el 2001, cuando él tenía cinco años…

Sí, fue algo muy comentado en su momento y hasta él, que era sólo un niño, recordaba las conversaciones de sus padres y hermanos y hermanas, que tuvieron durante varios días y meses, pues era un tema muy recurrente.

También tenía presente cuando bin Laden fue cazado, literalmente, por un comando de soldados estadounidenses que invadieron territorio pakistaní, en donde aquél se refugiaba…

“Lo crearon ellos y lo destruyeron ellos”, razonaba, como muchas infamias cometidas por los estadounidenses. Como ésa que estaban viviendo, apoyada por esos “esbirros de los judíos”…

Todos los ataques, desde el punto de vista de Abdul, eran resultado de espionaje, combinado con la “moderna” tecnología, como la geolocalización, con la que, decían los judíos, podían “ubicar con precisión” el objetivo a bombardear.

Lo peor era que los espías, se pensaba, eran mismos palestinos. No podía concebir Abdul como podía haber gente tan mezquina y tan traidora contra su propio pueblo. 

Pero habían bombardeado “con precisión” escuelas, hospitales, refugios… con la justificación de que allí había “terroristas” de Hamas, lo cual, no era cierto, pues no operaban allí los de ese grupo, como muchos sobrevivientes de esos bombardeos, Abdul y su familia entre ellos, habían testificado…

Y los que morían era gente inocente, sobre todo, mujeres, niños, ancianos…

¡Nada de militantes ni todas esas mentiras que habían armado los genocidas, con tal de seguirlos asesinando!

Abdul estaba seguro de que se trataba de un maléfico plan para deshacerse de todos los gazatíes, limpiar a Gaza de ellos y repoblar todo su territorio con judíos…

Decían los de la ONU que tomaría ¡ochenta años! reconstruir Gaza, dada la casi total destrucción, algo que, aunque hubiera recursos (que no los había), sería hasta absurdo, pues ¿en dónde vivirían las tres generaciones que pasarían mientras las ciudades de Gaza se reconstruían?

No, no, razonaba Abdul, Gaza ya estaba siendo borrada del mapa y se iniciaría una diáspora palestina a otros lados, a otros países…

Como él había trabajado temporalmente antes, por algunos proyectos, en Qatar, tenía amigos allí, que le habían ofrecido que se fuera a vivir y a laborar en ese país, pues lo consideraban muy bueno como ingeniero de sistemas.

Era su esperanza para salir de ese infierno en vida que vivían día a día su familia y él…

Pero era difícil salir de Gaza, aun en esas terribles condiciones, sin pasaportes, ni salvoconductos, ni dinero… y ni cómo comunicarse con sus amigos, pues no había ni internet, ni redes para que los celulares funcionaran y ni electricidad, en caso de que todo eso fuera posible…

Los habían reducido, en efecto, como vaticinaron los asesinos, a la “edad de piedra”…

-Vamos, familia, vamos – volvió a decir, viendo que Sherezade, su hija de nueve años (la que seguía, Mahsa, tenía once y la mayor, Zoleida, trece, la más grande de los cuatro hijos), mostraba fuertes signos de fatiga… sin comer, claro, ¡cómo no iba a cansarse!…

Yashima también se veía fatigada…

-Anda, Mahmoud, no puedo cargarte, no tengo fuerzas, camina… – le dijo ella al más pequeño de

sus hijos.

Le daba tristeza a Yashima que, a sus cuatro años, su hijito estuviera viviendo toda esta horrenda realidad…

Muy diferente a lo que había pasado durante sus tres primeros años…

Lo irónico fue que en el día de su cumpleaños, siete de octubre, Hamas “invadió” por unas horas

a Israel…

Todavía le alcanzaron a hacer una fiesta…

Pero los días siguientes tuvieron que huir de la ciudad de Gaza porque los intensos bombardeos, interminables, comenzaron a destruirlo todo… ¡hasta el nuevo edificio en donde habían adquirido su nuevo departamento!…

Con los ahorros que habían hecho durante años, dieron el enganche y lo irían pagando en mensualidades, a quince años…

Ella había trabajado como maestra de secundaria, de inglés, hasta antes del genocidio (Yashima también pensaba que eso no era una guerra, sino una invasión genocida)…

Y hasta la escuela en donde había trabajado había sido destruida, a pesar de que había sido designada como refugio…

Allí habían estado todos ellos, Yashima, su esposo, sus hijos, refugiados y, milagrosamente, habían sobrevivido al día en que el sitio fue bombardeado…

Unos chicos jugaban fútbol, con la tranquilidad de que, como era un refugio, no sería atacado… ¡Pero lo fue!

Y vieron todos ellos cómo varios muchachos habían sido despedazados por la potente bomba que destruyó parte del edificio y había matado a 35…

Lo peor era, pensaba la mujer de 37 años, uno menos que su esposo, que se estaban acostumbrando a tanta masacre, a tantas muertes, a tantos destrozados por los infames, incesantes bombardeos…

¿Cuánto más podrían soportar?...

A Abdul le habían ofrecido sus amigos de Qatar que se fueran para allá, pero para eso se requería mucha documentación y, sobre todo, ¡dinero, mucho dinero!, que ni tenían…

Todos sus ahorros había desaparecido al haber los judíos destruido todo, las plantas de electricidad, las de agua, el drenaje, los bancos, los hospitales, las escuelas, los mercados…

Aunque se tuviera dinero para adquirir, por ejemplo, alimentos, no los había y tenían que esperar a los escasos camiones de ayuda que llegaban de vez en cuando, claro, cuando los judíos les permitían el paso o si no los destruían por el camino, argumentando que allí se escondían terroristas de Hamas…

¡Era un maldito pretexto para seguirlos masacrando!, razonaba Yashima…

No concebía cómo podían ser tan crueles los judíos. Ponían de pretexto lo que habían vivido durante el Holocausto, pero ahora ellos se los estaban aplicando a los gazatíes…

Todavía cuando podía comunicarse por el celular, tuvo algunas conversaciones con una buena amiga judía que vivía en Nueva York y que le había estado dando esperanzas, para ver si era posible hacer trámites para sacarlos de allí…

Pero por tanto bombardeo, se perdió la comunicación y ya no supo más Yashima de ella, de una “judía buena”, como la consideraba, porque sí sabía que había judíos buenos y los judíos genocidas, como los que los estaban masacrando a diario…

Decían que eran ya más de cuarenta y cinco mil los fallecidos, pero ella estaba segura de que eran más, muchos más, pues muchos de los asesinados estaban enterrados entre los escombros de tantas construcciones que habían sido destruidas…

No, no tenían escapatoria…

Ya estaban bastante traumatizados por tantos tiroteos y bombardeos y cualquier ruido que se pareciera, los sobresaltaba y sus hijas y ella, comenzaban a llorar, no así Abdul, al que siempre había visto fuerte, como el cabeza de la familia que había siempre sido, cuando todo era “normal”, dando ánimos

a sus hijas, a ella, para que siguieran estudiando y trabajando…

“Sí, Abdul siempre ha sido buen esposo y padre”, pensó Yashima, dejando correr algunas lágrimas…

Y ahí seguía él, a pesar de ya haber perdido a todos sus familiares y amigos…  

Pero, en ese momento, sólo esperaban no caer como tantos otros y que las promesas de los amigos de Abdul de llevarlos allá, se cumplieran…

-Vamos, Mahmoud, camina…

Mahmoud no alcanzaba a comprender del todo lo que sucedía, pero ya tenía consciencia de que era malo, muy malo…

Sus padres y hermanas trataban de hacer que se sintiera lo mejor posible y desde el inicio de la masacre, le decían que todo eso pasaría, que las cosas mejorarían. “Tú eres un niñito fuerte, Mahmoud, y nosotros te queremos mucho y te estamos cuidando y nada te pasará, mientras estemos todos juntos,

¿de acuerdo?”, le habían dicho varias veces su madre, su padre y sus hermanas…

Sí, mientras estuvieran juntos, había esperanza, razonó Yashima, sacando fuerzas del cansancio…

-Vamos, Mahmoud, ya vamos a llegar y allá habrá comida, ¿sí?, no te preocupes…

Abdul la escuchó…

-Sí, m’hijo, ya vamos a llegar y allí habrá comida para todos – dijo, sin mucha convicción, pero para darles ánimos, no sólo al pequeño, sino a todas…

 

 

II

 

Fue intempestivo, repentino, brutal…

Mahmoud había tenido ganas de “hacer caca” y Yashima lo había llevado a un árbol, de los pocos

que quedaban en pie por esa zona, para que hiciera sus necesidades…

Y se alejó unos metros, para platicar algunas cosas con sus hijas y su esposo…

Pero en ese momento se escuchó un potente estallido, como los que se escuchaban a diario, durante los bombardeos…

A pesar de su corta edad, Mahmoud ya sabía y temía lo que era un bombazo…

El brutal sonido lo ensordeció y lo aventó hacia atrás unos metros…

Pero pudo ver, muy espantado, cómo toda su familia era despedazada por el infame ataque a la procesión de refugiados…

Y a pesar de su corta edad, supo que eso era muy malo, muy malo…

Habían matado a toda su familia…

Y él, se quedaría solo, solo…

 

 

III

 

Los voluntarios y personal médico que fueron, como siempre hacían, a rescatar a heridos y a fallecidos, encontraron a Mahmoud, tirado entre tierra suelta, con los pantalones bajados…

Y con esa mirada perdida, vacía, fija, sin pestañear, sin hablar… en shock…

-¿Qué le habrá sucedido? – se preguntó uno de los voluntarios, cuando trató de hacerlo reaccionar, sin éxito, pasándole una mano frente a sus ojos, varias veces…

 

FIN

 

2 de noviembre de 2024

En el bosquecito

 

 

 

 

 

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