Con la Guitarra en el estribo 6. De cómo un violín y una guitarra tomaron virtud.

Con la Guitarra en el estribo 6. De cómo un violín y una guitarra tomaron virtud.

Por Rubén Joelson.

01-06-2017

 

“Donde hay música no puede haber nada malo”

“El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” primera parte

“Era un poco más alto que Lino” Decía mi abuela sosteniendo un foto vieja –albumina, me parece-  y señalaba la imagen de un hombre con botín ranchero, pantalón de rayas ceñido al tobillo, chaquetón corto, sombrero de ala corta y “tres pedradas”, un prominente bigote, mirada un tanto extraviada, en el brazo derecho un gallo que estimo era blanco y delataba su oficio: Gallero. Llevaba por nombre el de Emeterio López Amézquita, era mi bisabuelo.

Mi abuela insistía mucho en que aunque vivía en Guanajuato mi bisabuelo iba mucho a las ferias de Yautepec y de Cuautla, más que a las ferias de Aguascalientes o los Altos de Jalisco. Un buen día no regresó, el “guapo de los que ya no hay” desapareció con todo y sus gallos. Quedo de él la foto que ya vista con calma tenía al gallero del lado izquierdo, al centro, se apreciaban unos músicos. Claramente se veía un trombón de varas con su respectivo ejecutante, un señor con una guitarra, posiblemente guitarra séptima y dos violinistas con sombrero parecido al de mi bisabuelo -supongo que era la moda de los músicos que tocaban al aire libre- A la derecha de la foto se aprecian unas señoras robustas que bailan con unos señores de sombrero de palma y mirada solemne.

Mi abuela fruncía el ceño y decía que su padre se había ido porque “la guitarrita” es muy encandiladora “siempre está en medio de los vagos y malvivientes”

Esta imagen de mi abuela siempre me lleva a otra que es una lectura de hace mucho tiempo: “El Zarco” de Ignacio Manuel Altamirano (Tixtla, Guerrero, México, 1834-San Remo, Italia, 1893). Como fue una lectura de pubertad-adolescencia se me quedó el recuerdo inquietante de un capítulo: “La Orgía”.

Sin duda el estilo literario de la época de Don Ignacio Manuel Altamirano era moralizante pero muy preciso en la descripción de los bandoleros que asolaban Yautepec, Cuautla y todos los caminos que llevaban a la ciudad de México. La descripción de los bandoleros,  en especial de sus celebraciones, no era muy diferente a la definición de “La guitarrita” como decía mi abuela; siempre entre vagos y malvivientes. Parecía que estaba asociada al malevaje y el delito:

 

“…Acabado de decir esto el Zarco, se oyó un gran ruido de voces, mezclado al rasgueo de guitarras y jaranitas…” (Edit. ILCE  pág.123) 

 

Y a las malas costumbres como aquí dice:

 

   “Resonaban allí algunos bandolones, guitarras y jaranas tocando polkas y valses, porque es de advertir que esos bandidos eran poco aficionados a los bailes populares, como el jarabe, y sólo como una especie de adorno o de capricho solían usarlos. Los plateados tenían pretensiones, bailaban a lo decente, pero por eso mismo sus bailes tenían todo el aspecto repugnante de la parodia o grotesco de la caricatura…”  (ibid.pág.127)

 

Para que no quedara duda que Ignacio Manuel Altamirano y mi abuela tenían cosas en común, la misma escena es subrayada anotando la perdición total de los bandoleros que bailaban cantaban y bebían:

 

   “… Todos los bandidos famosos estaban allí, cubiertos de plata, siempre armados, cantando unas canciones obscenas, abrazando otros a las perdidas que les hacían compañía...” (ibid.pág.128)

 

Solo faltó mi bisabuelo con su gallo blanco y sus apuestas.

Después de esta farragosa digresión concluyo que poco sé de la música suriana. Tan solo algunos prejuicios familiares, unas escenas de “El Zarco” y quizás unas pocas canciones y bailes que escuché superficialmente en una conferencia con José Luis Sagredo y en un curso con Manuel Enríquez.

 Menciono todo esto a propósito del Disco “Los Virtuosos del Son” que me ha hecho llegar Jesús Peredo, “Chucho” para los que le conocemos de hace tiempo.

El disco maravilla y deleita. El disco con su “booklet” adjunto es un boleto al paisaje sentimental, festivo, narrativo, ¿y porque no? también épico de toda esta región suriana.

  Me llama la atención que los intérpretes proceden de distintas tradiciones musicales. Mientras Serafín Ibarra es músico de una formación “empírica” es decir no académica, a Chucho lo conocí en un curso de leo Brouwer tocando “Torre Bermeja” de Albéniz y creo que la suite “in modo Polonico” de Alexander Tansman.

Se puede apreciar en el trabajo de Serafín una prolongada tradición, un ejercicio de disciplinados años  de trabajo en la música. Se aprecia esa “afinación de pueblo” que decía Manuel Enríquez, esa afinación heredera de la afinación de “quintas puras”. Se aprecia también en la disposición instrumental (guitarra y violín) los ecos de una tradición común a la europea. Me recuerda todo el disco los duetos de autores del siglo XIX: Duetos de Mauro Giuliani, de Antoine L’Hoyer; me recuerdan alguna literatura que he trabajado como los duetos de guitarra con violín o flauta de Kunner, Carulli incluso Paganini, para muestra la partitura que me envió Chucho del “Jarabe a Soledad Sánchez”

  Algo que puede encantar es el repertorio de gustos, sones, pasodobles, valses, etc. Mismo que documenta el ya citado Ignacio Manuel Altamirano

     “…-¡A ver! ¡Sácala, negro, sácala, y que venga a bailar con nosotros el valse y la polka y el chotis!...”

“El Zarco” (pág. 127)

 

Y en algunas crónicas de “El Libro de mis Recuerdos” escrito por el cartógrafo mexicano Antonio García Cubas.

 

“Los Virtuosos del Son” es un trabajo de gran meditación, investigación rigurosa cuyo objetivo no es únicamente la preservación o rescate. Más bien su objeto es darle un pulso cotidiano a una tradición que se refresca gustosamente. Es una parte, la Suriana, del vasto horizonte de nuestra vigorosa tradición musical, raíz y simiente de identidad.

 

Celebro que la tecnología nos permite adquirir este disco en plataformas de la “web” sé que ya está y debo de conminar a los lectores para que adquieran este trabajo de amplia celebración. Sea por lo erudito del trabajo de erudición en el “booklet”, sea por el repertorio gustoso de danzas y “ayres” que en alguna forma nos definen; sea también, importante por el nivel técnico de los intérpretes.

 

Lejos de una mala apología, pretendo con estas líneas hablar de la sorpresa, de las imágenes que el disco me otorga. Una de ellas me permite situar al violín y la guitarra, a lomo de flaco Rocín, cabalgando por los senderos, los andurriales y valles surianos. Supongo que tras de ellos irá la sombra de mi bisabuelo, Don Emeterio y… por supuesto, la de su gallo.

 

English translation by Gimena Joelson

 

With the guitar in the stirrup 6. How a violin and a guitar took virtue.

By Rubén Joelson

 

 "Where there is music there can be nothing wrong"

"The Ingenious Gentelman Don Quixote of La Mancha " first part

 

"He was a little taller than Lino" My grandmother used to say, holding an old photo - albumin, I think - and pointed to the image of a man with ranch boots, striped trousers tight to his ankle, short jacket, short-brimmed hat and  "three Stoned "*,a prominent mustache, a somewhat misplaced glance, a cock that I esteem was white and reveal his craft: Cockfighter. He had the name of Emeterio López Amézquita, he was my great-grandfather.

 My grandmother insisted very much that although he lived in Guanajuato, my great-grandfather used to go to the fairs of Yautepec and Cuautla, rather than to the fairs of Aguascalientes or the Jalisco Highlands. One good day he did not return, the “Handsome, of those who are no longer ", disappeared with everything and his roosters. What was left of him was a photo, and after paying attention, on the left saide was the cockfigther, in the middle were visible musicians. Clearly, there was a trombone with its performer, a man with a guitar, possibly a seventh guitar and two violinists with a hat similar to that of my great-grandfather  "I guess it was the fashion of the musicians that played in the open air" on the right side of the photo are visible some robust ladies who dance with gentlemen with a palm hat and solemn gaze.

My grandmother frowned and said that her father had left because "the guitar is very dazzling", "it is always in the middle of the vagrants and bad guys"

This image of my grandmother always leads me to another, that is a reading of long time ago : "El Zarco" by Ignacio Manuel Altamirano (Tixtla, Guerrero, Mexico, 1834-San Remo, Italy, 1893). As it was a reading of puberty-adolescence I had the disturbing memory of a chapter: "The Orgy".

No doubt the literary style of the time of Don Ignacio Manuel Altamirano was moralizing but very accurate in the description of the bandits who ravaged Yautepec, Cuautla and all the roads that led to Mexico City. The description of the bandits, especially of their celebrations, was not very different from the definition of "the guitar" as my grandmother used to say; Always between vagrants and the bad guys. It seemed that it was associated with malevolence and crime:

 

 "... As soon as Zarco said this, there was a great noise of voices, mixed with the strumming of guitars and Jaranitas ..." (Edit. ILCE  p.123) 

 

And to the bad practices as it says here:

 

    "There were some bandolones, guitars and jaranas playing polkas and waltzes, because it is to be noticed that these bandits were little fond with popular dances, such as the Jarabe, and they only used them as a kind of ornament or whim. The silver ones had pretensions, and they danced to the decent thing, but for that very reason their dances had all the disgusting aspect of the parody or grotesque of the caricature ... " (ibid.p.127)

 

So that there was no doubt that Ignacio Manuel Altamirano and my grandmother had things in common, the same scene is underlined, noting the total doom of the bandits who danced and sang:

 

  "... All the famous bandits were there, covered with silver, always armed, singing obscene songs, embracing others to the losses that kept them company ..." (ibid.p.128)

 

The only missing was my great grandfather with his white rooster and his bets.

After this tiring digression I conclude that little I know of the Surian music. Just some familiar prejudices, some scenes from "El Zarco" and perhaps a few songs and dances that I listened to superficially in a conference with Jose Luis Sagredo and in a course with Manuel Enríquez.

  I mention all this on the subject of the "Los Virtuosos del Son" record that Jesús Peredo, "Chucho" has sent me to those who have known him for some time.

The album marvels and delights. The disc with its "booklet" attached a ticket to the sentimental, festive, narrative landscape, and why not? Also epic of all this region Suriana.

 It strikes me that the interpreters come from different musical traditions. While Serafín Ibarra is a musician of an "empirical" or non-academic formation, Chucho, I met him in a course of leo Brouwer playing "Torre Bermeja" by Albéniz and I think the suite "in modo Polonico" by Alexander Tansman.

It can be seen in the work of Serafín a long tradition, an exercise of years of discipline, of work in music. One appreciates the "taste of town" that Manuel Enríquez said, that tuning heiress of the tuning of "pure quintas". It is also seen in the instrumental arrangement (guitar and violin) the echoes of a tradition common to the European. I remember the entire album duets of authors of the nineteenth century: Duets of Mauro Giuliani, by Antoine L'Hoyer; Remind me of some literature that I have worked like the guitar duets with violin or Kunner's flute, Carulli even Paganini, to show the score that Chucho sent me from "Jarabe for Soledad Sánchez" Something that can enchant is the repertoire of tastes, sounds, pasodobles, waltzes, etc. Same as documented by the aforementioned Ignacio Manuel Altamirano.

     “…-¡A ver! ¡Sácala, negro, sácala, y que venga a bailar con nosotros el valse y la polka y el chotis!...”

“El Zarco” (pág. 127)*

 

And in some chronicles of "The Book of my Memories" written by Mexican cartographer Antonio García Cubas.

 

"The Virtuosos the Son" is a work of great meditation, rigorous research whose objective is not only the preservation or rescue. Rather, its object is to give a daily pulse to a tradition that refreshes itself with pleasure. The Suriana,it is a part of the vast horizon of our vigorous musical tradition, root and seed of identity.

 

Celebrate that technology allows us to acquire this disk and platforms of the "fabric" that is already and I must tell readers to take this work of the wide celebration. Whether for the erudition of scholarship work in the "booklet", the sea for the tasteful repertoire of dances and "ayres" that somehow define us; Be also important because of the technical level of the interpreters.

 

Far from a bad apology, I intend with these lines to talk about the surprise, the images that the album gives me. One of them allows me to place the violin and the guitar, a loin of a skinny nag, riding along the paths, the andurrials and Surianos valleys. I suppose that behind them will go the shadow of my great-grandfather, Don Emeterio and ... of course, that of his rooster

 

1.    “tres pedradas” is referring to the lateral fissures on the hat.

 

2.    This extract from the "zarco" I have kept it as in the original text so as not to damage its sonority and its unique style.

 

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