Criterio del 7mo Arte... Un moustro de mil cabezas Por Adán Salgado Andrade

Un monstruo de mil cabezas

Por Adán Salgado Andrade

Las instituciones de salud tanto públicas, como privadas, del país, adolecen no sólo de falta suficiente de recursos, como en el caso de las primeras, sino de una creciente deshumanización, que todos los que alguna vez hemos debido de enfrentar la solicitud de un servicio médico u hospitalario, podemos constatar. “¡Debe de llegar sangrando y casi muriéndose!”, es la infame “reclamación” que las burocráticas empleadas de alguna dependencia gubernamental, esgrimen para negar una atención de urgencia, aunque sea uno derechohabiente del solicitado servicio. Y es algo que, por ley, no se debe de negar a nadie, incluso, si la solicitud fuera en un hospital privado. Pero, ya ven, aquí las leyes son lo que menos se respeta. Yo mismo, recientemente, viví los penares de andar exigiendo atención para una urgencia médica, rompimiento de articulación del brazo izquierdo, recibiendo erróneo diagnóstico en hospital del ISSSTE y limitada atención en el del Seguro Popular (aunque aquí, sí, le “atinaron”). Por fortuna, la lesión no fue tan grave y, aunque tuve que retirarme el yeso con un médico privado, “ahí la llevo”, como dice el sentir popular.

Sin embargo, cuánta gente hay que, en casos graves, no corre la misma suerte e incluso muere en el intento de, más que pedir, demandar una atención adecuada. ¡Mucha! Basta revisar las notas periodísticas del país, para cerciorarnos de las constantes quejas por negligencia médica que se dan en los hospitales públicos, en los cuales, incluso, gente fallece por no haber recibido atención adecuada, debido a falta de personal, carencia de medicamentos, los costosos, sobre todo o, lo peor, un diagnóstico equivocado.

Pero tampoco exculparé a las instituciones privadas, las cuales hacen lo imposible por inflar las, de por sí, carísimas cuentas hospitalarias, reteniendo más de la cuenta al paciente en cuestión (sabidos son los casos en que, ya muertos, los siguen manteniendo con respiración artificial, para cobrar más). No sólo eso, sino que tampoco los “seguros médicos”, adquiridos por la gente de mayores recursos económicos – excepto los costosísimos seguros que las mafiosas élites políticas adquieren –,  ofrecen una alternativa segura para atenderse, con tal de enfrentar las urgencias médicas, las que generalmente son las más costosas, sobre todo tratándose de tratamientos caros o complicadas operaciones. Los asegurados deben de enfrentar las cláusulas en “letras chiquitas” que las tramposas aseguradoras estipulan para dar la atención, sobre todo si es muy costosa. Así que el calvario de recibir un adecuado tratamiento médico, se da en todos los niveles, sean privados o públicos.

Justamente la cinta mexicana “Un monstruo de mil cabezas”, dirigida por el uruguayo Rodrigo Plá, es una reflexión de los extremos a los que la desesperación por exigir atención médica, pueden llevar a una persona. De él, ya conocíamos, entre otras, la cinta “La Zona”, en la cual retrata los niveles de paranoia a los que la inseguridad en esta ciudad nos ha llevado, desde fortificar completamente enclaves urbanos de alto nivel económico, con bardas electrificadas, vigilancia policial, dispositivos electrónicos y demás, hasta la irracional violencia colectiva a la que se puede llegar, con tal de deshacerse de la “escoria humana” que ose invadir tan abunquerados “santuarios”. 

En “Un monstruo de mil cabezas”, Plá aborda el tema de la negligencia con la que actúan las aseguradoras médicas, muy buenas para cobrar, pero negligentes para atender. Sonia, cuyo marido padece un avanzado cáncer, clama a la aseguradora que se le preste la atención médica adecuada, la que dicha empresa trata de evitar a toda costa, por lo costoso de los medicamentos. Como cualquiera de nosotros haría, la mujer, desesperada de que su marido sufre una nueva recaída, de las constantes que padece, acude al hospital al que se ha asignado la atención de aquél. Y puesto que pedir de una manera gentil y humilde, no la lleva a nada, más que a recibir humillaciones e indignos tratos, Sonia recurre a exigir atención, pistola en mano. “Sí, eso deberíamos de hacer todos”, se piensa, justo en la escena en que la desesperada, pero ecuánime mujer, saca el arma de su bolsa.

Y es que realmente se trata de negligencia, de negar los servicios y gastos a los asegurados cuanto sea posible. Justo en alguna parte de la cinta, uno de los “médicos”, encargado del caso del marido de Sonia, amenazado por ésta con el arma, le dice que la “empresa nos da primas salariales por el mayor número de personas que rechacemos para darles atención”.

Eso lo hacen, aun a sabiendas de que el paciente pueda morir al negarle tal atención. Por eso se comprende, y hasta hacemos nuestra, la desesperada acción de Sonia.

“Un monstruo de mil cabezas” se exhibe en la cineteca nacional.

Enero, 2017

 

 

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Criterio del 7mo Arte... Bellas de Noche Por Adán Salgado Andrade

BELLAS DE NOCHE

 

Quienes fuimos jóvenes en la era de finales de los 1970’s y principios de los 1980’s, recordaremos la época en que el país vivió una efímera bonanza, gracias al descubrimiento de un súper yacimiento de crudo en Chiapas, que, repentinamente, nos llevó a convertirnos en “potencia petrolera”, gracias a la cual, la propaganda política de que el progreso y la riqueza habían llegado para quedarse, pareció, en efecto, convincente. Así, entre 1977 y 1982, México simuló remontarse y asemejarse en todos los niveles a un país desarrollado, en el cual los estándares económicos, industriales, tecnológicos, consumistas… y hasta culturales, mostraban no tener límite y aparentaron ser, incluso, engañosamente vanguardistas.

Una de tales manifestaciones culturales fue la cinematográfica, en la cual, tres elementos: violencia, drogas y, sobre todo, sexo, fueron los más constantes de las películas que se producían y que tenían, merced a la aludida bonanza, apoyo estatal, a través de las compañías cinematográficas conocidas como CONACITE I y II, las cuales, no tenían empacho en financiar filmes que mezclaran tales elementos.

Debe recordarse que, una década antes, en 1968, la mafia priísta en el poder – la misma que, por desgracia, sigue detentando el control de este saqueado país – había masacrado genocidamente a cientos de estudiantes, por lo que una simulación de “apertura democrática” era más que necesaria, era vital para que los tambaleantes poderes fácticos se renovaran y no sólo se controlara a la gente con fuerza bruta, sino que se dieran aparentes intentos de liberación y abierta mentalidad. Qué mejor lugar que la cinematografía, para hacerlo. Y a la par de cintas en donde la violencia era la constante (Ratas del Asfalto o El Judicial, por ejemplo), nació un muy particular estilo, en el cual picardía y erotismo, rayando en pornografía muy a la mexicana, era lo que atraía a miles de espectadores, sobre todo hombres jóvenes, no tan jóvenes y hasta sesentones. Con argumentos mediocres, combinando a “pícaros” cómicos con las así llamadas encueratrices, todo llevaba, en la mayoría de las escenas, a que chascarrillos y bromas sexuales se coronaran con el desnudo total, bastante gráfico, de la vedette o vedettes de moda, que eran los más esperados momentos del público masculino, quien era la mayoría de quien asistía a ver tales, digamos, taquilleros burlesques cinematográficos.

Y así como figuraron varios cómicos, a raíz de tales cintas, como El Caballo, Alfonso Sayaz, Borolas, entre otros, también las sensuales chicas que sin tapujos (o si los tuvieron, no se notaban), mostraban sus encantos corporales, llenaban el reparto de títulos como “Las ficheras”, I y II, “Las del Talón”, “Bellas de noche” y decenas más que tapizaban buena parte de las carteleras de entonces.

Y, justo, retomando el mencionado título de “Bellas de noche”, me referiré al documental mexicano, del mismo nombre, dirigido por María José Cuevas (hija de José Luis Cuevas).

Cuevas rescata a cinco vedettes de las tantas que figuraron en la época referida. Vemos a Olga Breeskin, Rossy Mendoza, Wanda Seux, Lin May y a la Princesa Yamal, todas en sus sesentas de edad, todas ellas esforzándose porque los últimos destellos de madurez física no las abandonen. Algunas, como Breeskin, May y Mendoza, aun presentan nostálgicos shows, en los que lucen sus todavía sorprendentes cuerpos, cantando olvidadas melodías, acompañadas de ochenteras coreografías.

Pero a otras, como la Princesa Yamal o Wanda Seux, no les queda más que hablar de sus entrañables recuerdos, que metraje de archivo, muy bien seleccionado, nos ayuda a rememorar, junto con ellas. Algunos son duros, como el encarcelamiento de la Princesa Yamal, argentina ella (muchas vedettes vinieron de Argentina, como ella o Sasha Montenegro, huyendo del golpe de Estado y militarización de Argentina), en 1989, acusándola, falsamente, afirma en el documental, de ser cómplice en el robo de la noche del 25 de diciembre de 1985, de 140 valiosas piezas del Museo de Antropología, de las que se recuperaron cuatro años después 133 y que fue cuando se localizó a la supuesta banda de contrabandistas de arte, que, los “investigadores” no tuvieron empacho en afirmar que estaba liderada por Carlos Perches y su pareja, la Princesa Yamal. “Falso, eso es falso”, comenta en una escena, con los ojos llorosos la alguna vez joven y bella Princesa.

Y Wanda Seux, al final, exclama “Gracias, por acordarse de nosotras”.

Muy buen documental, para recordarlas a todas ellas y revivir esa juvenil euforia que sentimos los jóvenes de esos tiempos, cuando sus esculturales, desnudos cuerpos, nos alegraban la mirada y nos sacudían húmedamente el reprimido lívido.

“Bellas de Noche” se exhibe en la cineteca nacional y salas comerciales.

 

 

Por Adán Salgado Andrade, 23 Diciembre 2016, CdMx.

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Criterio del 7mo Arte... Graduación Por Adán Salgado Andrade

GRADUACIÓN

 

El capitalismo salvaje es un sistema económico depredador, tanto del planeta, así como de los valores humanos que, como supuestos seres racionales que somos, deberíamos de poseer y seguir practicando, tales como la bondad, la compasión, el amor, la solidaridad, la sensibilidad… y otros que nos caracterizarían como humanos pensantes, emotivos, socializantes, capaces de ayudar aquéllos en desgracia, auxiliar en los peores momentos y, por qué no, celebrar cuando haya que hacerlo.

En cambio, nos hemos convertido, más y más, en individuos practicantes de un atroz egoísmo, por el cual solamente buscamos nuestro provecho personal, el éxito material, la pletórica riqueza, los sueños de grandeza que dicho capitalismo salvaje alienta día a día, sin importar que, a consecuencia de tal atomización, la misma sociedad se convierta en disfuncional, que sea evidente la carencia de los mencionados valores y que la descomposición de su tejido se asemeje más a una podrida tela, en la que ya no sea posible remendar tantos agujeros.

En cualquier país podemos ver la decadencia humana, desde México, pasando por Estados Unidos, Rusia, Egipto, China… nadie se salva de esa desalentadora tendencia. Como bien refiere el escritor chino Yu Hua (Zhejiang, 1960) en su libro “China en diez palabras”, hablando de la sociedad china, que “Antes, durante el comunismo, existía la solidaridad entre los chinos. Ahora, con la venida del capitalismo, solamente se trata de lograr el éxito a cualquier precio”.

Lo anterior sirve muy bien para comprender lo que el director rumano Cristian Mungiu ha plasmado en su más reciente cinta, Graduación (Bacalaureat), una coproducción rumano-franco-belga. En este trabajo, se aborda la problemática referida arriba sobre la falta de valores que, en este caso, toma lugar en Rumanía, un país antes bajo la influencia de la desaparecida URSS, que, según el sentir de las personas que vivieron la etapa del llamado socialismo, el que, más bien, debería de referirse como una economía de planificación central, antes era más unido, probablemente por la dosis de fascismo-autoritarismo prevaleciente en esos tiempos, lo que significaba mayor cohesión social, ante los excesos de las teocracias en el poder. Mungiu se ha caracterizado por mostrar en sus trabajos lo que ha sido Rumania en su etapa socialista, y también en lo que se ha convertido al haber abrazado totalmente al capitalismo salvaje. Por ejemplo, su cinta “Cuatro meses, tres semanas y dos días”, ganadora de la Palma de Oro en el 2007, muestra las penurias por las que deben de transitar dos amigas, cuando una de ellas intenta provocarse un aborto en un país en el que era criminal practicarlo, tanto así, que ni siquiera, clandestinamente, en las clínicas podía realizarse y se debía alquilar un cuarto de hotel en donde algún obscuro “doctor”, en condiciones poco salubres, lo llevaba a cabo.

En “Graduación”, Mungiu aborda el conflicto de un disuelto matrimonio y los problemas que enfrenta para que su única hija, Eliza, logre conseguir una beca para estudiar en Inglaterra. Romeo, su padre, un afamado doctor y Magda, la madre, empleada en una biblioteca, viven los últimos momentos de una irreconciliable relación. A pesar de ello, Romeo pone todo su empeño por tratar de que Eliza pase los exámenes de inglés, casi con diez, los que, además de su muy buen promedio, le asegurarán su lugar en una escuela inglesa. Eliza está algo renuente, pero Romeo le insiste en que debe de hacerlo, pues, le sentencia, “en este país no tienes futuro”. Por desgracia, una mañana que Romeo va a dejar a Eliza a la escuela, ésta es asaltada y casi violada. Romeo es perseguido por el remordimiento, pues por haber dejado a su hija una cuadra antes, fue que sufrió ella el violento ataque. Eso, porque a Romeo se le hacía tarde para acudir a su acostumbrada cita de amor con Sandra, su amante de más de un año. Eliza resulta golpeada y lastimada de la mano derecha, justo un día antes de los exámenes de inglés. A partir de allí, Romeo hace todo lo posible para que Eliza pase con excelencia tales exámenes, incluso, buscando que los profesores encargados de la evaluación la “ayuden”. Eliza se da cuenta de ello y le reclama que por qué lo hace, que si también ha influido para que ella haya tenido siempre buenas calificaciones. Y también le reprocha que se ve con Sandra y que no le haya dicho nada a Magda, amenazándolo con que no presentará los exámenes si no lo hace. Exasperado, Romeo le dice que como quiera, que no le está haciendo ningún favor y que sólo es por el bien de ella. Todo eso sucede mientras la policía investiga para tratar de localizar al delincuente responsable del asalto y ataque a Eliza, sin demasiado éxito, lo cual nos recuerda a nuestro propio cuerpo “policiaco”, que pocas veces da con los criminales responsables de un delito.

Mungiu, con esta nueva propuesta, lanza una fuerte crítica hacia el egoísta individualismo que priva en Rumania, al igual que en todo el mundo, sobre todo cuando en sus declaraciones, Eliza afirma que había gente a la hora del ataque, pero que nadie la ayudó. Y también Mungiu muestra que el contrato matrimonial es una impuesta institución civil cada vez más anacrónica y gastada.

Por otro lado, es claro que también en Rumania, la competencia por destacar y ser el o la mejor en todo, lleva a olvidar lo demás, incluso que ese individualismo es el precursor de la gran descomposición social que vivimos día a día.

“Graduación” se exhibe en el circuito cinematográfico de la 61 Muestra Internacional de Cine.

 

Por Adán Salgado Andrade

 

 

 

 

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Criterio del 7mo Arte... Los Siete Magnificos. Por Adán Salgado

LOS SIETE MAGNÍFICOS 

Por Adán Salgado Andrade

¿Cuántas veces hemos deseado, ante una injusticia, ante un acto de barbarie, ante el poder prepotente ejercido fácticamente, que un héroe cinematográfico acuda en nuestra ayuda, alguien con poderes, con decisión, con la destreza suficiente como para que pueda derrotar al enemigo y devolvernos lo que es nuestro, lo que por ley nos pertenece o eliminar la maldad que está por dañarnos? Seguramente, muchas veces.

Por ejemplo, eso debe de suceder cuando en una población campirana, al lado de un verde bosque, bordeado por un limpio, caudaloso río, de repente, una depredadora empresa, actuando prepotentemente, en contubernio con las corruptas “autoridades” desea imponer una megaobra, tal como una megamina o un contaminante pozo de extracción de gas de esquisto, que, si se deja operar, al cabo de un tiempo, acabará con el bosque, contaminará el río y matará a la población a causa de todos los venenos que ese tipo de destructivas obras ocasiona. No es así, por supuesto, pues la mayoría de las veces esos antiecológicos, arrasadores megaproyectos, se imponen mediante el exclusivo uso de la fuerza bruta, acabando y polucionando en semanas, a lo que la naturaleza le llevó milenios hacer.

Menciono lo anterior como preámbulo para referirme a la cinta estadounidense “Los siete magníficos”, un western dirigido por Antoine Fuqua, de quien hemos conocido trabajos como “Día de entrenamiento”, 2001, protagonizada por Denzel Washington y Ethan Hawke, sobre un corrupto policía condecorado, personificado justamente por Washington, cuyo único interés es robar dinero de los delincuentes a los que pretende arrestar. Los dos se vuelven a reunir en el mencionado western, remake de la cinta de 1960, del mismo nombre, dirigida por John Sturges, estelarizada por Yul Brynner y Steve McQueen, convertida ya en un clásico e integrada a las cien cintas más influyentes por el American Film Institute.

Así que, de acuerdo con la tendencia que tiene Hollywood, era más que obligado realizar una nueva versión de tal clásico. Y el resultado me parece afortunado. En la cinta de Fuqua, se sustituye a un barón minero, por los asaltantes que, en la original, estaban azolando a un pueblo mexicano, en los 1880’s. Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), un corrupto barón minero –  que bien podría compararse con un Alberto Bailléres, dueño del contaminante Grupo Bal Peñoles –, trata de someter a todos los habitantes del pueblo de Rose Creek, para obligarlos a que le vendan sus tierras en contra de su voluntad, pero, además, a precios irrisorios, con tal de amplair sus dominios mineros. Como intentan los sufridos pobladores oponer resistencia, Bogue y sus matones, con lujo de violencia, asesinan a varios de ellos, en especial al esposo de Emma Cullen (Haley Bennett), quien, a partir de entonces se propone tomar venganza, contratando a Sam Chisolm (Denzel Washington), un marshal caza recompensas. Al principio, éste se niega, pero viendo que la mujer y un amigo de ella le habían ofrecido todo su dinero, con tal de que se deshiciera de Bogue, decide emprender la lucha, comprendiendo que no se trataba sólo de dinero, sino de devolver a esas personas algo de la dignidad que el asesino magnate les había quitado por años.

Se entrega a la tarea, entonces, de reclutar a un equipo de defensores de la libertad, casi todos forajidos de baja ralea, entre matones y tramposos quienes, finalmente, deciden luchar también no por dinero, sino por la dignidad de la aterrorizada gente y, así, reivindicarse en algo con ellos mismos. No sólo eso, sino sabedores de que al enfrentarse con Bogue, al haberle eliminado a algunos de sus matones, el desquite de aquél sería inconmensurablemente violento, deciden entrenar en unos pocos días a todos los hombres del pueblo para que aprendan a disparar y enfrenten al ejército de matones con los que Bogue ataca al pueblo. Pero advierten a todos, que la lucha no será fácil y que varios habrán de caer ante el megalómano Bogue.

Es cuando, como menciono antes, a uno le gustaría que ese tipo de magníficos se impusieran a las depredadoras empresas y evitaran que construyeran sus destructivos megaproyectos en prístinos, naturales sitios. Ojalá todo en la vida fuera tan cinematográfico.

 

“Los siete magníficos” se exhibe en salas comerciales.     

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Criterio del 7mo Arte... Lucha por la Libertad

 

Lucha por la libertad

Por Adán Salgado Andrade

Alguna vez el gran escritor estadounidense Sinclair Lewis declaró que “En Estados Unidos, muchos de nosotros, no sólo los lectores, sino los escritores, aun tememos cualquier literatura que no sea aquélla que sólo busque la glorificación de todo lo estadounidense, una glorificación de nuestras faltas y también de nuestras virtudes. Pero Estados Unidos es uno de los países más contradictorios, depresivos y convulsos de cualquier otra tierra que exista en el mundo hoy día. Nuestros profesores prefieren solamente una literatura que sea clara, fría, pura y terriblemente muerta”. Esa dura crítica la expresó justamente cuando recibió el premio Nobel en 1930.

Lo mismo podría decirse de la industria fílmica de dicho país, la que, en general, adolece de temas trascendentales que verdaderamente lleven a la reflexión. La mayoría de las cintas, las llamadas Hollywood, se centran en el mero entretenimiento, mediante la exaltación de los “valores estadounidenses”, la presunción del poderío bélico, la lucha de los buenos (los héroes estadounidenses), contra los malos (los alienígenas o, peor, los musulmanes), las novelas cursis “románticas”, la promoción de los “valores familiares”, la permanencia del establishment y tantos temas tan insulsos que, a pesar de serlo, dejan, por desgracia, profunda influencia en el adoctrinamiento social tan buscado por aquél país en todo el planeta.

De hecho, una forma de medir qué tanto se oponen los estadounidenses a trabajos cinematográficos críticos es, por ejemplo, la entrega de los premios Óscar, los que generalmente se conceden a categorías como mejor actor, mejor película, mejor director y así, por el estilo, premiándose la mayoría de las veces, salvo raras excepciones, cintas de héroes, de efectos especiales, de animación… en fin, es un autoelogio a las costosas producciones, tan llenas de espectaculares efectos generados por computadora, pero huecas, al final.

Por ello, es sorprendente que, en ocasiones, el cine comercial estadounidense ofrezca opciones que profundicen el complejo y obscuro pasado de Estados Unidos.

Realmente pueden contarse con los dedos de las manos las cintas que, al menos las estrenadas aquí, aporten crítica social, más que enajenar a los espectadores. Tal es el caso de la película titulada aquí como “Lucha por la Libertad” (Free State of Jones), dirigida por Gary Ross. Hay que decir que Ross se ha especializado en filmes taquilleros, tales como la primera parte de la zaga “Los juegos del hambre”, pero, ahora, nos da esta crítica sorpresa.

La cinta se centra en la vida de Newton Knight (1837-1922), un estadounidense sureño que durante la guerra de Secesión estaba en la parte confederada, la que se oponía a que se aboliera la esclavitud – aberrante, anacrónico sistema que entraba en contradicción con los “principios” capitalistas del “libre mercado” y de los “hombres libres” –, la aberrante base de la acumulación capitalista de los plantadores del sur.

En el estilo de la cinta “Doce años de esclavo”, dirigida por el genial Steve McQueen, “Lucha por la libertad” es una crítica, si no severa, sí directa al aberrante legado esclavista. Knight, protagonizado por  Matthew McConaughey, quien se desempeñaba como enfermero del ejército confederado, en una ocasión es devastado por tanta muerte inútil de amigos y familiares y decide desertar. Una emblemática frase que menciona para hacerlo es cuando señala que “Ya me cansé de luchar esta guerra que es para defender los intereses de los ricos, ya no quiero pelear más”. El colmo es cuando su sobrino muere en acción. Uno de sus compañeros le dice “Tu sobrino murió honorablemente”, a lo que Knight, mirándolo con reproche, le dice “No, él simplemente murió”.

De allí, Knight inicia una lucha por la emancipación del condado de Jones, al que rebautiza como “El condado libre de Jones”, en el que declara que la esclavitud está prohibida y todos los hombres, sin importar raza o condición, serán libres. Él mismo, abrazando la causa antirracista, se desposa con una esclava “liberada”, Raquel, con la que procrea varios hijos.

Lo mejor de la cinta es que expone por qué, a pesar de que Estados Unidos eligió hace siete años al primer presidente afroestadounidense, los prejuicios raciales siguen a la orden del día. Nada más hay que ver las cifras de hombres negros de todas las edades asesinados cada año por policías blancos, por cualquier pretexto.

Así que hay que aprovechar que se exhibe esta rara avis de la cinematografía estadounidense.

 

“Lucha por la Libertad” se exhibe en salas comerciales.

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